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domingo, 1 de diciembre de 2013

LOS VERSOS DE ORO DE PITÁGORAS. Textos básicos en Masoneria.

LOS VERSOS DE ORO DE PITÁGORAS

 “Honra, en primer lugar, y venera a los dioses inmortales, a cada uno de acuerdo a su rango”.

Como en todas las Tradiciones espirituales, el hombre debe honrar al Principio Supremo, fuente de toda realización, pues es la única vía para que lo celeste se manifieste en lo terrestre llevándolo hacia su propia perfección. Esta Fe en lo celeste e inmortal es la plena confianza en la naturaleza y el destino superior del hombre; es el reconocimiento de sus potencialidades y de sus herramientas, y es el convencimiento de que el Amor supremo del hombre culmina en el anhelo hacia la Divinidad. Dios se manifiesta gradualmente y en potencias distintas en la Creación, por ello la veneración o relación con cada uno de los dioses es el cumplimiento y
conocimiento de cada etapa de la Obra u Arte Real. Ningún pensamiento, voluntad, acción, del hombre escapa a la Omnisciencia y Omnipresencia de las Leyes superiores; por su conocimiento y veneración por tanto, el hombre encuentra los mecanismos de liberarse hacia una forma de vida más elevada.

“Respeta luego el juramento, y reverencia a los héroes ilustres, y también a los genios subterráneos: cumplirás así lo que las leyes mandan”.

Un juramento ataba a los pitagóricos con su Orden y con el sentido elevado de la Iniciación. El juramento creaba en el plano sutil un “egregor” o Vigilante (de naturaleza secundaria al Egregor de toda la comunidad) que regía el lazo del iniciado consigo mismo y con la Orden. Una vez comprometido consigo mismo, el iniciado sólo puede atraerse calamidades sobre sí, si es infiel y corrompe lo mejor de sí mismo. La libertad, y un mayor discernimiento, aumentan los efectos que atrae el iniciado sobre sí; para bien o para mal.
La reverencia a los héroes son los ejemplos humanos, que por su esfuerzo, se iniciaron y conquistaron la gloria de los dioses; atrajeron parte de lo celeste a la realización terrestre para ejemplo y provecho del resto de la humanidad, y el Espíritu de su proeza puede ser invocado para fortalecer la propia.
Con los genios subterráneos se refiere a las fuerzas y potencias propias del centro de la tierra. La Tierra, ente vital, también correspondiente al Cuerpo humano, posee sus propias fuerzas, que una vez conocidas por el hombre pueden ser enaltecidas, ya que son útiles en la Obra: como el fuego ardiente lo es para la forja de la espada, del martillo, o las columnas de bronce. El profano o el iniciado poco precavido podrían quemarse como Icaro en el manejo imprudente o inmoral de estas fuerzas.
Con el cumplimiento de conocer, respetar, y usar moralmente o en vistas al Bien Supremo estos principios, el iniciado cumple con la Leyes armónicas que rigen y unen el Cosmos, y con una posible legislación del estado que recoja estos principios.

“Honra luego a tus padres y a tus parientes de sangre. Y de los demás, hazte amigo del que descuella en virtud”.

La familia debería ser ejemplo de Virtud, Honor, moral, y canal de transmisión legítimo a sus descendientes. Este lazo debería constituir un hilo invisible a través de las generaciones. En la antigüedad el ejemplo y la figura de los antepasados
constituían un culto familiar establecido en la memoria, misterioso receptáculo de la voluntad, que protegía y enlazaba en el plano sutil con los pensamientos y las acciones de las generaciones siguientes.
El establecimiento de nuevos lazos con los virtuosos potenciará lo mejor de uno mismo, y será además de imán de lo bueno, fuente de inspiración y ejemplo. La
cercanía de lo vil y desordenado siempre aparecerá como el pozo ciego o agujero negro gravitatorio que absorberá toda Luz, contagiando a su vez su propio impulso caótico.

“Cede a las palabras gentiles y no te opongas a los actos provechosos”.

Los prejuicios y la obstinación en uno mismo es tanto ceguera como falta de prudencia y de la adecuada justicia y templanza. Puede hacer perder la perspectiva y causar un perjuicio a los demás obstaculizando lo bueno y lo provechoso. Las palabras gentiles fruto de la tolerancia y de la amistad en vistas al bien común deben ser siempre consideradas. La defensa de la libre opinión debe compensarse con una necesaria crítica de uno mismo, así lo Bueno y la Verdad podrán prevalecer.

“No guardes rencor al amigo por una falta leve”.

En la Ira y el rencor se guardan metales muy dañinos y pesados que ahogan la psique-Piedra. La Justicia no es apasionada, y una vez restaurado el orden, el equilibrio, no debe crearse otra perturbación mayor a la que inició la crisis. Toda falta puede ser limada en su arista e integrada al muro por un maestro experto.

“Estas cosas hazlas en la medida de tus fuerzas, pues lo posible se encuentra junto a lo necesario. Compenétrate en cumplir estos preceptos, pero abstente a dominar ante todo las necesidades de tu estómago y de tu sueño, después los arranques de tus apetitos y de tu ira”.

Es necesario que los Preceptos se realicen con voluntad diaria, aplicándolos conscientemente en todo momento del día, pues así se convertirán en una realidad posible, fehaciente. Pero toda elevación moral se apoya en el dominio de las tendencias inferiores o pesadas, que frenan por su inercia este ascenso. “Nada en exceso” es el precepto equilibrante para las necesidades de cada individuo, y sobre el cual pueden acometerse trabajos más “especializados” sobre la Piedra. Cubierto el aspecto físico orgánico, es preciso pasar a la formación del carácter, y de la
voluntad, aspectos que determinan el desarrollo moral y por tanto la puerta de acceso a una posterior vivencia espiritual. La Voluntad (mallete) y el discernimiento (cincel) deben orientarse conscientemente (por la razón) sobre una medida apropiada (la Regla), en la eliminación de perniciosos hábitos comunes nacidos del capricho y de la propia limitación.

“No cometas nunca una acción vergonzosa, ni con nadie, ni a solas: Por encima de todo, respétate a ti mismo”.

Un iniciado debe ser coherente para evolucionar realmente, y para que la Sabiduría se manifieste en él. Su compromiso consigo mismo en seguir y aplicar ciertos Principios es un acto de respeto, de honor. Por ello es de suponer que de acuerdo a estos Principios, su pensamiento, su voluntan y su acción, serán uno solo y devendrán siempre en Verdad, Virtud, y Bien.

“Seguidamente ejércete en practicar la justicia, en palabras y en obras, aprende a no comportarte sin razón jamás”.

Asumido el control de uno mismo, por el que la consciencia usa de la razón para equilibrar todo impulso inconsciente, cada acción debe regirse por igual criterio: un equilibrio regido por lo superior. Esta será la justa realización de todos los destinos y de Leyes morales análogas a las de la Naturaleza y el Cosmos. La Prudencia, la Fortaleza, la Justicia, y la Templanza, son los Principios que rigen esta realización y le dan su coherencia.

“Y sabiendo que morir es la ley fatal para todos, que las riquezas, unas veces te plazca ganarlas y otras te plazca perderlas”.

El apego y la dependencia –especialmente a las riquezas- inmovilizan la voluntad del hombre, y la dirigen hacia objetos vacíos. Como medio artificial de intercambio puede servir a fines lícitos y por ello su disponibilidad debe servir únicamente al bienestar de uno mismo y al de los demás; de ahí ese movimiento de ganar – recibir- y perder –dar- , que al no fijarse, contribuye al dinamismo de la existencia.
Es vital ser consciente de lo ilusorio de la vida, y de aspectos a los que el común de los hombres concede importancia. La vida y la muerte, o el posible transito a otras formas de existencia, es un ciclo vital inexorable por el que iniciado debe tomar consciencia del valor de su vida, de su existencia; de que el Paraíso, la Jerusalén Celeste, o el Templo interno puede y debe ser construido en este plano de existencia.

“De los sufrimientos que caben a los mortales por divino designio, la parte que a ti corresponde, sopórtala sin indignación; pero es
legítimo que le busques remedio en la medida de tus fuerzas; porque no son tantas las desgracias que caen sobre los hombres buenos”.

La Fortuna, el Destino, la Gracia, rigen arbitrariamente la vida de los “durmientes”, que, ciegos, quedan por sus limitaciones a su merced. El iniciado, cargado de Fe en lo Superior, debe hacer uso de sus herramientas, de sus virtudes, al afrontar el peregrinaje de la vida en todas sus etapas. De cada error, contratiempo, hay una enseñanza y una oportunidad de enaltecimiento; nada perdura y menos el sufrimiento. De su superación y aprendizaje, el iniciado se hace dueño de su destino y habita en comunión con los dioses, huyendo de él toda desgracia. Pues según las Leyes eternas lo bueno atrae lo mejor, y lo semejante se reúne.

“Muchas son las voces, unas indignas, otras nobles, que vienen a herir el oído: Que no te turben ni tampoco te vuelvas para no oírlas.
Cuando oigas una mentira, sopórtalo con calma. Pero lo que ahora
voy a decirte es preciso que lo cumplas siempre: Que nadie, por sus dichos o por sus actos, te conmueva para que hagas o digas nada que no sea lo mejor para ti”.

Ningún ruido debe turbar la armonía interna, ni provocar un desajuste fuera de los 4 pilares del carácter: prudencia, fortaleza, justicia, templanza. Las palabras nacidas de la ignorancia, el fanatismo, la ambición, y de toda limitación del individuo, están huecas si no se les deja conseguir su destructivo fin. Éste no es otro que degradarnos, provocando que actuemos contra nuestra propia naturaleza, y consiguiendo así esclavizar nuestra propia voluntad para el servicio de fines ajenos y viles. Procurarse el propio Bien es seguir la propia Naturaleza en su perpetuo desarrollo.

“Reflexiona antes de obrar para no cometer tonterías: Obrar y hablar sin discernimiento es de pobres gentes. Tú en cambio siempre harás lo que no pueda dañarte”.

La Palabra o Verbo debe emanar de la razón, como consciencia de la verdadera Naturaleza de uno mismo. Desoyendo nuestra Verdad, e ignorando la reflexión y el discernimiento como acción consciente, rompemos la adecuada relación entre el obrar y nuestra verdadera voluntad, nuestros verdaderos pensamientos. Con lo cual atraeremos lo que no nos conviene. Quien no usa de estas facultades se hallará sumido en sus propias circunstancias, incapaz de transformarlas, e inerte entre movimientos ciegos será la causa de sus propios efectos.

“No entres en asuntos que ignoras, mas aprende lo que es necesario: tal es la norma de una vida agradable”.

La ignorancia es fuente de males para uno mismo y para los demás, y causa de no pocos conflictos pues llama al orgullo, la necedad, la imprudencia, la injusticia, y la destemplanza. Es precisa una paciente instrucción de las cosas para conocer su naturaleza y la mejor manera de que sirvan a nuestra propia vida. Por el conocimiento de los medios el fin se realizará Bueno.

“Tampoco descuides tu salud, ten moderación en el comer o el beber, y en la ejercitación del cuerpo. Por moderación entiendo lo que no te haga daño”.

Como se ha dicho más arriba, el Cuerpo debe permanecer sano, limpio, para servir de soporte a otras posibilidades de realización. La comida, la bebida, y los movimientos del cuerpo, alimentan y regulan correctamente su“mecanismo” manteniéndolo como un Atanor en su “Fuego” adecuado. Cada individuo y su Cuerpo es un Templo que debe ser preparado para que se haga la Luz. Si bien la Verdad es una, la peculiar materia de cada individuo hará que el equilibrio o la moderación sean distintos para cada uno. Cada uno deberá buscar por experimentación los ingredientes y la proporción que más convienen a las paredes de su Templo y de su horno.

“Acostúmbrate a una vida sana sin molicie, y guárdate de lo que pueda atraer la envidia”.

La vida activa es la adecuación del devenir al progreso, la base del dar y el recibir,movimiento por el que el hombre se siente satisfecho consigo mismo y con su entorno. La motivación, los objetivos, son los impulsores de una voluntad, que sin ningún fin, involuciona hacia abajo replegando el Ser sobre si mismo.
La envidia, como energía mental negativa, puede ser fuente de males si varios individuos hacen como causa común la destrucción de un individuo. La Prudencia sobre todo deberá ajustar toda acción, con el fin de cubrir la Casa.

“No seas disipado en tus gastos como hacen los que ignoran lo que es honradez, pero no por ello dejes de ser generoso: nada hay mejor que la mesura en todas las cosas”.

El equilibrio en todas las acciones una vez más será el justo obrar. El desequilibrio será fuente de efectos descontrolados y nocivos.

“Haz pues lo que no te dañe, y reflexiona antes de actuar. Y no dejes que el dulce sueño se apodere de tus lánguidos ojos sin antes haber repasado lo que has hecho en el día: "¿En qué he fallado? ¿Qué he hecho? ¿Qué deber he dejado de cumplir?" Comienza del comienzo y recórrelo todo, y repróchate los errores y alégrate los aciertos”.

La reflexión o visión especular de uno mismo es imprescindible para el propio progreso. Esto no es sólo teoría, sino que requiere un método diario de introspección y experimentación a modo de laboratorio interno donde se examinan los hechos, las motivaciones y las causas, los efectos, las voluntades, y todas circunstancias. El objetivo será el constante autoconocimiento y la realización de su propia perfección.

“Esto es lo que hay que hacer. Estas cosas que hay que empeñarse en practicar, estas cosas hay que amar. Por ellas ingresarás en la divina senda de la perfección”.

Los Preceptos morales deben partir de la voluntad, y del Amor al “Arte”, a lo elevado. Este impulso noble es lo que encamina el Camino iniciático.

¡Por quien trasmitió a nuestro entendimiento la Tetratkys la fuente de la perenne naturaleza. ¡Adelante pues! ponte al trabajo, no sin antes rogar a los dioses que lo conduzcan a la perfección.

El Conocimiento de la Tetraktys parte la Divinidad y es transmisible por iniciación.
Es el de todo el Cosmos y de toda Creación. Como sagrado triángulo encierra la unidad –origen y principio-, la dualidad –las energías complementarias en oposición-, el establecimiento y reino de la Trinidad, que finalmente se despliega por la acción de los Elementos en el cuaternario de la materia: 1+2+3+4= 10; la unidad expandida en la materia manifestada, siendo ésta semejante a su Principio y tendente a retornar a él: 1+0=1 . De ahí la semejanza entre el cielo y la tierra, lo de arriba y lo de abajo, y su verdadera unidad.

“Si observares estas cosas conocerás el orden que reina entre los dioses inmortales y los hombres mortales, en qué se separan las cosas y en qué se unen. Y sabrás, como es justo que la naturaleza es una y la misma en todas partes, para que no esperes lo que no hay que esperar, ni nada quede oculto a tus ojos”.

El Cosmos es uno, por ello la Tierra y el Cielo son de la misma naturaleza y son regidos por Leyes eternas que relacionan a ambos. Este orden es el que produce y posibilita la transformación de la materia a través de los procesos de “disolución” y “coagulación”. Los dioses son los principios celestes mientras los hombres habitan el mundo sublunar sometido a espacio-tiempo. El conocimiento de esta unidad eterna y del movimiento perpetuo de la materia, otorga la visión trascendente, la contemplación de la verdadera Luz en toda la Creación.

“Conocerás a los hombres, víctimas de los males que ellos mismos se imponen, ciegos a los bienes que les rodean, que no oyen ni ven: son pocos los que saben librarse de la desgracia”.

El autoconocimiento o descubrimiento de la Luz oculta, posibilitará el mayor reconocimiento tanto de lo semejante como de todas las sombras que acechan en el abismo de cada hombre. Esta visión y uso de la Luz hará ver que los males son sombras provocadas por la propia oscuridad del hombre, que se han hecho
impermeables a la acción luminosa.

“Tal es el destino que estorba el espíritu de los mortales, como cuentas infantiles ruedan de un lado a otro, oprimidos por males innumerables: porque sin advertirlo los castiga la Discordia, su
natural y triste compañera, a la que no hay que provocar, sino cederle el paso y huir de ella”.

Según lo anterior y lo dicho sobre el destino de los durmientes, diremos que tristes y oscuros son sus compañeros de viaje dado que lo semejante atrae lo semejante.
Entre ellos la Discordia es una fuerte inercia disgregadora de toda armonía que busca donde habitar: la oposición, los contrarios, el caos, la oscuridad, son sus efectos. Frente a la oscuridad refractaria a la Luz, sólo cabe preservar ésta huyendo
de aquella, o esperar pacientemente a que la naturaleza superior se imponga. No es posible disipar oscuridad con tinieblas.

“¡Oh padre Zeus! ¡De cuántos males no librarías a los hombres si tan sólo les hicieras ver a qué demonio obedecen!”

Zeus es el Principio Supremo, pero es preciso re-conocerlo para que la oscuridad no predomine en el hombre. El daemon griego es una voluntad-energía interior ambigüa, dado que habita en el hombre. Conectado con el Principio Superior actúa como “Maestro interno”, desconectado de él se hace legión al inspirar instintos ciegos, prejuicios irracionales, fanatismos, etc…

“Pero para ti, ten confianza, porque de una divina raza están hechos los seres humanos, y hay también la sagrada naturaleza que les muestra y les descubre todas las cosas”.

La confianza es la Fe y la Esperanza en lo Superior, en que éste habita en el interior del hombre para su esplendor. El hombre es divino en su esencia, en su naturaleza, dado que puede reconocer su divino origen y semejanza, lo que le hace descubrir la bella esencia de toda la Creación.

“De todo lo cual, si tomas lo que te pertenece, observarás mis mandamientos, que serán tu remedio, y librarán tu alma de tales males. Abstente en los alimentos como dijimos, sea para las purificaciones, sea para la liberación del alma”.

Se incide nuevamente en el uso ritual de los alimentos, y en su capacidad tanto de purificar como de ensuciar el Cuerpo; que es la Tierra, Vaso o receptáculo desde donde el Alma manifiesta su impulso de unión hacia el Espíritu. El Alma, encarcelada en el Cuerpo, debe ser liberada por la permeabilidad de éste y por la apertura de “ventanas” en la “Torre” tapiada. De esta manera, el Cuerpo podrá ser vehículo o soporte –Tierra- de toda realización posterior o descenso de la Luz del Espíritu sobre el Alma.

“Juzga y reflexiona de todas las cosas y de cada una, alzando alto tu mente, que es la mejor de tus guías”.

La observación de todas las cosas y su consideración es la “filosofía”, o amor hacia la sabiduría, movimiento que inicia la búsqueda. Este movimiento es ascendente pues retrotrae los efectos hacia sus causas, y por ende hacia la Causa Primera. El vehículo más apropiado es el Nous o Mente superior, que vuela libremente –como el águila- hacia los cielos, hacia el Sol, y constituye la parte espiritual del hombre que es capaz de unirse a su Principio. Dejándose guiar por ella, el hombre enaltecerá sus otras funciones humanas, poniéndose éstas al servicio de este guía superior.

“Si descuidas tu cuerpo para volar hasta los libres orbes del éter, serás un dios inmortal, incorruptible, ya no sujeto a la muerte”.

Entenderemos que una excesiva contemplación del cuerpo es sólo aparente e ilusoria para cualquier realización efectiva. Ya que el verdadero Ser Humano no está limitado a las funciones corporales, y es cualitativamente superior al conjunto de todas ellas. Una vez cubiertas sus necesidades y funciones, para que no sean un lastre, el Ser debe usar y superar la materialidad para habitar en la “verdadera realidad”, aquella donde se mueven las Leyes Eternas que generan la vida y mantienen un armonioso Orden. Conociendo esta quintaesencia, el hombre materializará a su vez el Espíritu o Principio de Vida, realizando en sí y en sus Obras “la inmortalidad”.

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