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sábado, 28 de diciembre de 2013

Discurso del Serenísimo Gran Maestro del Gran Priorato de las Galias, con motivo de la Saint-Michel 2013... "A AQUELLOS QUE RASGARON SU TÚNICA"

Gran Priorato de las Galias
A AQUELLOS QUE RASGARON SU TÚNICA



La iniciación perfecta existe… Yo la he encontrado y todos nosotros podemos hacerlo por poco que queramos.

Esa iniciación no es únicamente martinista, martineziana, willermoziana, francesa o escocesa, ni únicamente masónica y caballeresca.

Revelada a todos y permitida a cada uno, ella es la iniciación más alta porque está en el corazón de Dios, la más caritativa porque está en comunión con todos los hombres, la más justa porque va al encuentro de aquellos que van hacia ella, la más útil al hombre porque es la única que puede devolverlo a su estado primero.

Esta iniciación deja atrás todo lo que existe y sobrepasa todos lo de más allá. Allí por donde ella pasa, todo lo traspasa.

Esta iniciación de la gloria de Dios que no se limita es el cristianismo, como lo recuerda lo que constituye la cepa de nuestras obligaciones, a saber la regla redactada en 1782 en Wilhelmsbad: “Cumplirás tu sublime destino, recobrarás esa semejanza divina, que formaba parte del hombre en su estado de inocencia, que es el objetivo del Cristianismo, y del cual la iniciación Masónica hace su objeto principal.

En tanto que Gran Maestro, situaré mi mandato exclusivamente al servicio de su testimonio; seré fiel a su verdad, caballero de su belleza, sacerdote de su amor y profeta de su retorno. Mi grito será: “curar es mi destino y castigar es absurdo”.

Seré todo lo que ella permita en la libertad prometida a los hijos de Dios. Os invito a todos, es el sentido y el objetivo de la masonería cristiana que es la nuestra, a compartir sus dones, preparando a la humanidad para el banquete de los misterios divinos, actualizando así, en el espacio y el tiempo, la eucaristía perpetua.

Ojalá podamos, en tanto que mensajeros apasionados, tocar el alma y los labios de los hombres para mojarlos del Señor.

Templo masónico del Rito Escocés Rectificado 
en la ciudad francesa dePerpiñán
El Gran Priorato de las Galias, en sus ritos y sus ritmos, opera la comunión de la palabra erigiendo la potencia masónica y caballeresca, en acción profética por cooperación angélica.

Aquí el cielo se desgarra, la visión se actualiza y nos convertimos en vivientes del Señor.

De este modo, la teúrgia de la plegaria silenciosa, y así mismo invocatoria de los nombres divinos revelados en la enseñanza willermoziana, y la puesta en condición de la visión en sueños, y en verdad, hacen los miembros adultos de la Orden, de los cristóforos, constructores de los útiles de la verdadera profesión que hace a los profetas: la palabra, el espíritu, la visión.

Muchos han deseado y esperan vivir esta sentencia del Evangelio de Juan: “En verdad, en verdad os digo: El que cree en mí, las obras que yo hago las hará también él, y aún mayores que estas hará, porque yo voy al Padre”(Juan, 14-12)

La Orden nos invita a guardar esta palabra, a hacerla fructificar, a vivirla. Sí, Hermanos míos, ¡atrevámonos a Cristo! Es la misión del GPDG en el mundo: ser profeta de ésta verdad magnífica.

El cristianismo se fundamenta en este amor que hace que se nos reconozca, sed este ejemplo, y conducid hacia la promesa de reconciliación; un solo rebaño, un solo pastor para acompañar la humanidad hasta el Oriente.

Si hemos salido del seno de Abraham, y no de los misterios de Egipto, no es para volver a encontrar las entrañas de antaño a lo que somos llamados, sino a sacralizar el mundo de mañana, para que cada uno devenga templo del Espíritu Santo.

En esto, la Orden es religiosa, no clerical ni confesional, sino ligada al hombre, a su principio. Nos liga por la recepción en la iniciación de nuestros Hermanos, y ésta fraternidad nos religa al Gran Arquitecto del Universo, que para nosotros, no es un principio edulcorado o un egregor espiritual, sino el Dios encarnado.

Esta recepción en la iniciación nos separa, no de un mundo profano, sino de la profanación de nuestra naturaleza original.

A estos efectos, la Orden procura en todas las etapas de la progresión espiritual permitida, guías que abren las puertas de moradas de luz perfumadas de Adán, mientras que otros falsos profetas nos encierran en palacios de cristal con perfume de la nada.

Recordemos que la luz ilumina y que lo que brilla no es la luz, que el guía os llevará a vosotros y el gurú a él; y que es en esto, que será fácil reconocerlos.

Declaré y escribí en la Saint-Michel 2012 que el dogma era intangible, pero no la doctrina. La crítica sin gnosis de las redes sociales, es glosar sin revelarnos sus verdaderos propósitos: precisemos hoy esa doctrina para dibujar el futuro de la Orden y dejar atrás esas túnicas de piel queridas de los machos cabríos que practican el vagabundeo de la aventura mental.


La masonería actúa y pone al íntimo del hombre a través de los rituales, su puesta en práctica que pone los Hermanos a la Orden, los catecismos para la doctrina rectificada, que explican mediante una sabia propedéutica, las premisas de una enseñanza que solo se revela plenamente en la profesión.

Es pues extremadamente peligroso querer plantear esta enseñanza como previo en el recorrido que propone el Rito Escocés Rectificado, ya que esto supondría no tener en cuenta la importancia del ritmo y los efectos del rito actuando en beneficio del hombre. Actuar así sería la negación de su modo operatorio.

Es de destacar aquí, que cuando las disputas ontológicas, es siempre la relación entre el hombre y Dios lo que hace la diferencia de las doctrinas, de las creencias y de su interpretación.

La oposición entendida y lúcida sobre la naturaleza de la enseñanza willermoziana, tiene que ver mucho con la diferencia de las teologías y del papel que ellas atribuyen al hombre en sus relaciones con la divinidad… y en consecuencia con el ser humano.

La historia nos muestra que esto puede ser peligroso para la Orden, por el riesgo de división. Es pues a través del prisma de la relación personal del hombre y Dios, con su modo de funcionamiento acompañado de apoyos, que son los ritos y enseñanzas recibidas en la masonería del GPDG, que se comprenden y se resuelven toda tensión conflictiva.

Sin embargo, toda doctrina que no se discutiera se convertiría por definición en dogma, mientras que únicamente las santas Escrituras son felizmente dogmáticas. Por lo demás, si los Padres de la Iglesia, que son más numerosos que los instructores de las lecciones de Lyon, no lo han explicado y la antigua y nueva alianza tampoco, estas últimas serían incomprensibles en sus esencias.

El comentario iluminado participa del modus operandi divino. El hombre, en sus genes originales, debe cooperar con las energías divinas, prolongando con su talento toda enseñanza humana, por inspirada que sea.

Willermoz, Saint-Martin y Martinès de Pasqually ante el único y verdadero Maestro, no son más que “pequeños maestros” a los que podemos enmendar, oponer, contrariar –ya que enriquecer no es traicionar, sin incurrir en los relámpagos de una doxa demasiado farisea, como para que el Espíritu Santo haya dejado de soplar sea en el crucifixión sea en el nacimiento al cielo de los “pequeños maestros”.

Sé bien, que en el universo masónico, todo es grande, incluso si esto no es siempre evidente al primer golpe de vista, y que la idea de pequeño, que bien haría a los egos desmesurados, no está en uso… Lástima, esto sería sino divertido, cuando menos eficaz como pedagogía de humildad.

Recordando la regla masónica: “El Evangelio es la base de nuestras obligaciones; si no creyeras en él dejarías de ser Masón”, reconozcamos las Santas escrituras como único magisterio y profundicemos en todo aquello que tienda a revestirnos con esta vestimenta divina, sean los Padres de la Iglesia, como los “pequeños maestros” y todos los “locos de Cristo” que somos, que abran las vías que luego los sabios toman prestadas.

Este aprendizaje de la simplicidad podría presentarse como un gran socorro para evitar perennizar los principios de la caída y dejar de hacer nacer en nuestro seno este germen de destrucción que es el orgullo espiritual, que nos hace creer que lavamos más blanco que el Ecce Homo, que somos más rectificados que la rectificación, más superiores que todos los desconocidos, más sacerdotes que los Coëns, más fundadores que los fundamentos que nos fundan.

Como alternativa a estos encantamientos de bribones, prefiero la danza de los cielos y la preocupación por nuestros deberes.

Dios se dice en la historia[1], nos recuerda el padre Lubac; pues bien, a semejanza de la Iglesia, la masonería cristiana debe insertarse y comprometerse en la historia de los hombres, la de la casa del Padre, y no dejarse dispersar por la inútil pasión de la de Mammón.

Nos es preciso apartar la suficiencia del ser bien nacidos, en provecho de la beneficencia de los bien amados. La lucidez de la mirada misericordiosa sobre la familia humana debe conducirnos a cooperar con la Providencia, en provecho de un gobierno de compasión.

Que todos se reconozcan y nos reconozcan como servidores, testimonios y guías del amor divino, con el fin de despertar en cada uno el deseo de Cristo a través del ejemplo del GPDG… Mirad como se aman, ellos deben ser sus discípulos!

No es pues una exigencia moral o intelectual que nos será reclamada, sino una exigencia de virtud, ya que únicamente ella libera la inteligencia del corazón de las contingencias de los apetitos del vientre que espesan el cuerpo y oscurecen el espíritu.

Así mismo, avancemos en el mundo masónico como venimos de proclamar: ni en adogmático ni en sufrimiento psicológico. No confundiendo los estados físicos y los estados espirituales, no podemos aceptar los dictados de una madre castrante para la que no existimos sin su reconocimiento. Creí, al dejar la G.L.N.F., hace ya doce años, que habíamos terminado con la fábula de la ecuación reconocimiento/regularidad que es un insulto a la inteligencia. Desdeñar la historia y la metahistoria hasta este punto muestra claramente la porosidad de nuestro medio masónico a las ideas falaces del mundo de la ilusión en que la mentira del poder se opone a la verdad del saber.

Recordaré la primera epístola a los Corintios(2, 14): “El hombre físico no acoge las cosas del Espíritu de Dios; para él eso es, en efecto, insensatez, y no puede conocerlas, porque el examen de ellas es espiritual…

La regularidad viene de nuestra transmisión, de la autenticidad y pureza de los ritos. La Orden es aristocrática, ya que gobierna y desea pensar por los principios más elevados. Así mismo practica una masonería digna y sublime, de acuerdo a la naturaleza de sus ritos.

Aprovecho para recodar a aquellos que se llenan la boca revindicando los antiguos deberes, que harían bien en leerlos y consultarlos, y así se darían cuenta que los manuscritos dan cuenta de un cristianismo firme, y que era costumbre practicar una masonería en cuatro grados coronada por el Arco real. Yo añadiré que el amor que nos une, en la iniciación masónica, al Gran Arquitecto del Universo –al que nombramos puesto que su nombre nos es revelado-, es hoy el guía del  Gran Priorato de las Galias.


Y sí, hay aquí algo más que Salomón.

Sí, nosotros somos una orden cristiana, orgullosa de su iniciación a través de sus tres ritos y generosa de lo que nos transmiten. Somos una orden que prestamos obediencia a nuestro divino Maestro. Encarnamos aquello que somos y proponemos compartirlo en la eternidad de la manducación. Citemos a Jean-Baptiste Willermoz en su Tratado de las dos naturalezas: “Es finalmente ésta resurrección en la manducación real del cuerpo y la sangre de Jesucristo que aporta en todos aquellos que participan de ello dignamente el germen fructificador”.[2]

El Espíritu nos llama a dejar las grutas, chozas, capillas, egos y bosques para reunirnos. Pero la unidad no es igualdad, es armonía. Desde esta columna de fundamentos, continuaremos obrando para el acercamiento de la familia rectificada y de todos aquellos que afirman sin temor la naturaleza de su compromiso espiritual en provecho del hombre, testimoniando así que la voluntad es claramente lo que queda de la imagen divina.

En este mundo de buscadores en que la civilización se oscurece, nuestro papel y nuestra misión se rubifica con la adamah. Veo la obligación caballeresca e iniciática de la Orden, centinela de los otros y guardián del prójimo, allá donde viven las miserias del pecado.

En el cumplimiento de esta obra en el corazón de este nuevo mandato, la insipidez no nos es permitida y la dimisión por los más vanos motivos tampoco. Renunciar a esta diaconía masónica sería tanto como renunciar a los compromisos.

Hermanos míos, os lo digo, hemos escogido por clave de toda ciencia la Cruz, somos responsables de ésta exigencia… Así dejo que una paz profunda me invada.


Bruno, in Ordine Eques ab Ardenti Corde, G.C.C.S.
Gran Maestro Nacional



[1] Colección “Foi vivante”, nº 159, 1974.
[2] Cuaderno D3, folleto 43.





FUENTES :










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