La puerta de ENTRADA en Masonería es pequeña, para hacer complicado el ingreso. Por el contrario la de SALIDA es muy grande.

martes, 15 de abril de 2014

FRANCMASONERÍA Y RELIGIÓN ¿Conexiones peligrosas o entente cordiale?


El trabajo masónico del Arcipreste Jean-François Vares, aún siendo a mi entender, demasiado denso y extenso para ser leído en el blog, creo que es de un gran valor para masones y candidatos. 

Es por eso que lo facilito también  en PDF para descargarlo y leerlo con diversas notas aclaratorias al margen (que para facilitar la lectora desde el blog he eliminado).


Como acostumbra a decir el traductor : “buena lectura” .



FRANCMASONERÍA Y RELIGIÓN

¿Conexiones peligrosas o entente cordiale?


Para empezar, os voy a contar una historia. No una historia legendaria; una historia verídica. ¿Por qué? Porque una buena parte de mi exposición será histórica, será historia. Ahora bien, ¿qué es la historia, sino la vida de las gentes, o para ser más exactos, una acta fiel de la vida de las gentes. De tal manera, que si escribiendo la historia, no contamos historias, esta vida de las gentes no es verídica, no es viviente, siendo ficticia y reseca.

Esta historia, es la de un largo conflicto, en ocasiones larvado, en ocasiones vehemente, de estos dos campeones de la religión y de la masonería que son, por una parte, la Iglesia católico romana, y por otra, El Gran Oriente de Francia. ¿Por qué estos dos organismos en defecto de otros? Porque son eminentemente representativos de estos dos ámbitos a ojos del francés medio, quiero decir con lo del francés medio, ese lector tipo de las revistas semanales. Para este francés middle class, LA religión, es esencialmente católica, siendo las otras religiones marginales o exóticas; y estadísticamente, no va equivocado. Y para este mismo francés, LA francmasonería, es el Gran Oriente, siendo el resto del paisaje masónico, un batiburrillo incomprensible, e igualmente, estadísticamente, nuestro francés tipo no anda equivocado.

Para vosotros, que estáis bien o muy bien informados, esta visión de las cosas os puede parecer sumaria y simplista, y así pues extremamente inexacta. Y seguramente tendréis razón. Pero la historia no es solamente el Acta de las cosas y las gentes, es también el informe de la manera en que las cosas y las gentes son percibidas. Y es a este ejercicio que me voy a entregar para comenzar. Pero, podéis estar seguros: ampliaré a continuación el espectro de mi visión.

HISTORIA DE UNA DESAVENENCIA

Fue la Iglesia romana la que empezó primero, hace ya más de dos siglos y medio, en 1738 exactamente; y diremos también a continuación, que desde entonces nunca ha dejado de hacerlo. Desde el primer texto, la constitución apostólica In Eminenti, se pueden contar por lo bajo 15 condenas e incluso 17 si incluimos los dos códigos de derecho canónigo sobre los que volveré más tarde: seis excomuniones en el siglo XVIII (en 1738, 1751, 1758, 1759, 1766 y 1775); ocho en el siglo XIX (1821, 1826, 1829, 1832, 1846, 1849, 1865 y 1884) y una en el siglo XX (1906), más los dos códigos de derecho canónigo de 1917 y 1983. Estos dos últimos coronando el conjunto como el buqué del castillo de fuegos artificales.

¿Qué es un código de derecho canónigo, o el derecho canónigo (siendo estas dos expresiones sinónimas)? Es a la vez el código civil y el código penal de una Iglesia orgánica: todas juntas, tanto las Iglesias ortodoxas como la Iglesia romana (pero no las comunidades protestantes, que son más bien federaciones que no Iglesias orgánicas). Siendo los más recientes y los mejor codificados para nuestra exposición los de 1917 y 1983.

El código de 1917, promulgado por el papa Benedicto XV, contiene un canon (es decir un artículo) que goza de cierta rotundidad, se trata del canon 2335, que estipula:

Aquellos que adhieren a una secta masónica o a toda otra asociación parecida que maquine contra la Iglesia o los poderes civiles legítimos incurren por este hecho en la excomunión reservada simplemente a la Santa Sede.

(“Reservada simplemente a la Santa Sede” significa que ninguna autoridad que no sea la del Papa puede levantar esta excomunión.)

Es preciso citar también (lo que nadie hace) el canon 1339 que estipula esto:

Son tachados con prohibición los libros […] que sostienen que el duelo, el suicidio o el divorcio están permitidos; que tratando de las sectas masónicas y otras sociedades del mismo género, sostengan que son útiles y no nocivas a la Iglesia y la sociedad civil.

(Recordemos estas palabras: “los poderes civiles legítimos” y “la sociedad civil”, pues volveremos más tarde sobre ellas.)

Se emprendió una revisión de este código (entre 1963 y 1983) a iniciativa del papa Juan XXIII. Vamos a hablar de ella, ya que esta nueva reglamentación fue el origen de esto que podemos llamar, según parezca, un malentendido o un diálogo para besugos.

Entre tanto, sucedieron diversos hechos a tener en cuenta. En primer lugar, las relaciones tejidas entre un jesuita, el padre Berteloot (1881-1955) y Albert Lantoine (1869-1949), poeta, novelista, miembro eminente de la Gran Logia de Francia, y reputado sobre todo como historiador de la francmasonería, en particular de la francmasonería dicha “escocesa”, es decir la de los altos grados. Dirigió en 1937 una “Carta al Soberano Pontífice” en la que proponía, sino una reunión, al menos una colaboración de estas dos fuerzas espirituales que constituían la masonería simbólica (veréis más adelante qué entiendo por ésta expresión) y la Iglesia católica para hacer frente a los Estados totalitarios. Resulta inútil precisar que esta misiva no recibió ninguna respuesta.

De más amplias consecuencias fueron las iniciativas de otro jesuita mucho más renombrado, el padre Riquet. El padre Riquet tuvo, entre cien otras ocupaciones, las “conferencias de Notre-Dame” siendo el más reputado desde Lacordaire. Estas conferencias pronunciadas en la catedral de París cada domingo de Cuaresma fueron el origen de la notoriedad de Lacordaire, su fundador, y le valieron al padre Riquet, durante doce años (de 1946 a 1955) una notoriedad equivalente. Las recuerdo, eran difundidas en directo por la Radio Nacional, sin que nadie dijera nada en contra. Es preciso decir que la personalidad de Michel Riquet era casi intocable: gran resistente, deportado a Mauthausen y después a Dachau, no era aconsejable tomarla con él, ya que había quienes responderían por él… En definitiva, estas conferencias de Notre-Dame, después de él, volvieron a la monotonía de la que habían salido. Pero por el momento, nos hemos ido fuera del tema. Volvamos.

Tanto en la Resistencia como en su etapa de deportación, el padre Riquet había cohabitado con los franceses más diversos: judíos, comunistas, francmasones –henos aquí- y estableció lazos de amistad con algunos. De ahí surgieron diversos compromisos en su vida ulterior. En primer lugar la defensa de los antiguos resistentes y deportados1. Luego la puesta en práctica de las “amistades judeo-cristianas”, ampliadas a continuación a todas las “religiones surgidas del Libro” (cristianismo, judaísmo, islam) con la fundación de la asociación denominada “La Fraternidad de Abraham2 (como consecuencia fue fundada una logia con el mismo nombre por Jean Granger en el seno de la Gran Logia Nacional Francesa). Y finalmente la causa ante el Vaticano de los francmasones creyentes (este epíteto es de importancia capital), más precisamente “creyentes en Dios”, o en una palabra “teístas”. Convencido que estos masones no entraban en el campo de aplicación del código 2335, a saber que no adherían a “una secta masónica o toda otra asociación parecida que maquine contra la Iglesia o los poderes civiles legítimos”, muy al contrario, se empleó con perseverancia en hacer levantar oficialmente ésta excomunión. Puso en marcha sus fuerzas, que estaban bien provistas, y con la promulgación por el papa Juan Pablo II, en 1983, del nuevo código de derecho canónigo, creyó haber ganado la partida al no hacerse más mención de la masonería. Se lee simplemente esto (canon 1374):

Aquel que se inscriba en una asociación que conspire contra la Iglesia será castigado con una pena justa; pero aquel que juegue un papel activo o la dirija será castigado con prohibición”. Ninguna mención a la francmasonería, ninguna otra mención a la pena de excomunión.

Así pues, según interpretación del padre Riquet y muchos otros, he aquí la excomunión levantada para los católicos. Esto era en enero de 1983.

Pero, ¡ay!, en noviembre del mismo año (26 de noviembre de 1983), estalla una bomba: una Declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe (el antiguo Santo Oficio) en la que se lee literalmente esto:

…no ha cambiado el juicio negativo de la Iglesia respecto de las asociaciones masónicas, porque sus principios siempre han sido considerados inconciliables con la doctrina de la Iglesia; en consecuencia, la afiliación a las mismas sigue prohibida por la Iglesia. Los fieles que pertenezcan a asociaciones masónicas se hallan en estado de pecado grave y no pueden acercarse a la santa comunión

No entra en la competencia de las autoridades eclesiásticas locales pronunciarse sobre la naturaleza de las asociaciones masónicas con un juicio que implique derogación de cuanto se ha establecido más arriba […]

El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en la audiencia concedida al cardenal Prefecto abajo firmante, ha aprobado esta Declaración, decidida en la reunión ordinaria de esta Sagrada Congregación, y ha mandado que se publique. […]

Y está firmado por:
Joseph, cardenal Ratzinger, Prefecto.

Nadie ignora que el cardenal Ratzinger no era otro que el futuro papa Benedicto XVI…

Resumiendo, vuelta a empezar. Salvo que la nueva situación es singularmente ambigua (por no emplear otros calificativos): los francmasones no están específicamente excomulgados, pero… permanecen apartados de la comunión. ¿Dónde está la diferencia?3 

De dónde, los comentarios jurídicamente y casuísticamente astutos del padre Riquet y de su comparsa masono-católica de la Gran Logia Nacional Francesa, el maestro Alec Mellor, para demostrar que los católicos no pueden sentirse implicados, puesto que la letra del código 1374 es explícita y la Congregación para la Doctrina de la Fe hace una interpretación del mismo lato sensu que contradice dicha letra. En definitiva, el canon 1374, es la ley; una interpretación que contradiga el espíritu y la letra de la ley es ilícita, nula y de efectos totalmente nulos. Debemos observar que numerosos son los católicos romanos que han pensado y continúan pensando lo mismo, y han entrado en masonería creyente, a menudo con el acuerdo implícito, o incluso explícito, de su párroco, incluso de su obispo. Es para ellos un asunto de consciencia que nadie puede dirimir en su lugar.

Esta Declaración provocó también un comentario por parte de otro jesuita eminente, el padre Ferrer Benimeli, del que hablaré a continuación.

Seguir el hilo de la historia me lleva casi hasta nuestros días.

Acabo de abordar un asunto que entra perfectamente en nuestra exposición: la recepción por parte de los católicos romanos de las decisiones papales. Para comenzar, en el siglo XVIII, no hubo para los franceses ninguna recepción, por la buena y simple razón que en virtud del concordato dicho de Boloña, suscrito en 1516 entre el rey Francisco Iº y el Papa León X, ninguna decisión del Papa, bula o constitución apostólica, sólo tendría fuerza de ley en Francia después de ser registrada por el Parlamento de París. Ahora bien, ni la constitución In Eminent de 1738, ni la constitución Providas de 1751, ni ninguno de los otro cuatro textos (menores) del siglo XVIII, nunca fueron registrados. Es por lo que los católicos franceses no veían ninguna dificultad en adherirse a la francmasonería, y lo hacían en masa, no solamente laicos, sino también eclesiásticos de todo tipo: sacerdotes, monjes, obispos…

A este respecto, es el momento de decir unas palabras sobre el padre Benimeli que acabo de nombrar. El padre Benimeli es un jesuita español que ha dedicado su existencia de investigador y universitario a la historia de la francmasonería. Es incluso -creo yo-, el más grande historiador vivo de la francmasonería. Ahora jubilado, ha dirigido durante largo tiempo el Centro de Estudios históricos de la Masonería española de la Universidad de Zaragoza4 . Su opus más importante es su tesis de doctorado defendida y editada en Caracas en 1976 (podemos entender perfectamente que fuera en Caracas y no en Madrid… bajo el reinado del general Franco) y publicada en traducción francesa por Dervy en 1982, luego de nuevo en 1989 –con un prefacio del padre Riquet (como se imponía). Esta obra, establecida sobre la base de una documentación monumental sacada de los archivos del Vaticano, de los archivos nacionales de múltiples países y numerosas bibliotecas y fondos documentales, es absolutamente indispensable para cualquiera que quiera tener una visión concreta, completa y precisa del fenómeno masónico en Europa en el siglo de las Luces. Su título en francés es: Los Archivos secretos del Vaticano y de la francmasonería. Historia de una condena pontificia. A destacar a continuación que el título en español es mucho más explícito: Los Archivos secretos vaticanos y la masonería. MOTIVOS POLÍTICOS de una condena pontificia. “Motivos políticos”: el término ha hecho retroceder al editor francés, pero el color se hace explícito. Volveré sobre ello más tarde.

¿Por qué hablaros de ahora en delante de esta obra? Para apoyar mi exposición. El padre Benimeli publica en efecto en un centenar de páginas una lista nominativa de eclesiásticos pertenecientes a logias de los que ha encontrado mención, ¡y precisa que ésta es incompleta! Como anécdota, diversos conventos, entre ellos los de Clairvaux o Fécamp en Francia (pero en otros lugares también) tenían su propia Logia…

La Revolución francesa modificó no obstante el estado de las cosas de arriba abajo. Las logias se vaciaron de aristócratas y de eclesiásticos, fuere porque emigraron, fuere porque se camuflaran, o fuese porque fueron simplemente ejecutados. Las logias mismas cesaron sus trabajos bajo el Terror y sólo los reprendieron después muy lentamente.

Acelero un poco mi exposición; bajo el Imperio, la francmasonería (de la que Napoleón no era miembro, pero sí su hermano José y la mayor parte de mariscales) fue un instrumento de dominio del poder. Para el emperador, la logia ideal ¡tenía por Venerable Maestro al Prefecto, como Primer Vigilante al Alcalde y como Segundo Vigilante al comisario de policía!

Instrumento de poder, la masonería lo continuó siendo hasta 1870. El ejemplo más flagrante es el del mariscal Magnan (1791-1865). Para apartar al Gran Maestro del Gran Oriente de Francia, el príncipe Lucien Murat (1803-1878)5, por tanto primo suyo, pero respecto al que disentía políticamente, Napoleón III nombró para esta función al mariscal Magnan, uno de sus íntimos y que participó activamente con él en el golpe de Estado de 1851. Magnan no era francmasón, por lo que recibió los 33 grados masónicos en 48 horas. Esto sucedía en 1862.

Como consecuencia de ello, ni la antigua aristocracia que permaneció realista en su inmensa mayoría, ni a fortiori los eclesiásticos, regresaron a las filas de esta francmasonería politizada. El francmasón típico de ésta parte del siglo XIX puede identificarse grosso modo (evidentemente había excepciones) con el burgués louis-philippard, acomodado, desconfiado del pueblo, y volteriano, probablemente agnóstico. ¿Dos figuras emblemáticas de la época? El duque Decazes, ministro favorito del Luis XVIII, pero sobre todo gran industrial capitalista ; y el ministro favorito de Luis Felipe, François Guizot (que no era del todo agnóstico, sino protestante liberal).

Resulta claro que durante todo este período, en Francia (lo preciso bien: en Francia), la Iglesia católica, que pactaba más o menos, pero más bien más que menos, con el poder, no tenía ninguna razón de tomarla con la francmasonería, instrumento dócil de ese mismo poder.

Después del hundimiento del Imperio en 1870, era inevitable una reacción política en el seno de la masonería francesa; y dicha reacción no fue evitada.

Acabo de escribir las palabras “masonería politizada”. Pero ¿acaso no lo fue desde sus comienzos? Mi respuesta es: sí. Esta es mi certeza, que quizá muchos contestarán. Poco importa. Yo he hecho completamente mía la tesis que desarrolla desde 1996 y sobre todo desde hace una decena de años André Kervella, brillante historiador iconoclasta, francmasón (miembro del G.O.D.F.). Me adhiero a dicha tesis porque tenía desde hace tiempo la intuición, sin poder apoyarla . Y ¿cuál es esta? Por resumirla sumariamente y de manera un poco simplista: que la francmasonería moderna, dicha especulativa, no nació en Londres en 1717, como lo enseña sin rechistar la vulgata masónica, sino que muy anterior, y es escocesa de origen. Según Kervella, habría nacido en 1689 en el entorno del rey Estuardo, destronado Jacobo II de Inglaterra – Jacobo VII de Escocia (1633-1701), exiliado en el castillo de Saint-Germain en Laye, donde su primo hermano, le había ofrecido hospitalidad. Recordaremos que la “gloriosa revolución”, como los ingleses gustan llamarla no sin bravuconería, destronó a Jacobo II a causa de su conversión al catolicismo romano, y lo sustituyó su sobrino y yerno Guillermo de Orange, príncipe protestante. Después de la muerte de Guillermo III (1701), luego de la reina Ana, hija de Jacobo II y esposa del precedente (1714), la dinastía de los electores de Hannover (Jorge Iº y siguientes) fue llamada a ocupar el trono de lo que, entre tanto, había pasado a llamarse Reino Unido . Los partidarios de Jacobo II-VII, luego de su hijo Jacobo III-VIII (1688-1766, dicho el “caballero de San Jorge”, o también “el viejo pretendiente”), luego su nieto Carlos III – Eduardo (1720-1788, dicho también “Bonnie prince Charlie”, o así mismo el “joven pretendiente”) no aceptaron este estado de cosas, y lanzaron diversas expediciones de reconquista, de las cuales varias triunfaron durante un tiempo, en particular la de 1715 y sobre todo la de 1745 (que llevó a Carlos-Eduardo hasta Derby, a menos de 200 km de Londres) . Los refugiados “jacobitas”, como se les llamaba (no confundir con los jacobinos) no llegaron a ser más de unos 50.000, entre escoceses, irlandeses e ingleses mezclados, no solamente católicos, sino también protestantes partidarios de la monarquía legítima. Muchos de ellos (cerca de 25.000) formaron regimientos al servicio del rey de Francia. La suerte de los otros se pareció mucho a los de los emigrados franceses en tiempos de la Revolución. La corte del rey Jacobo en Saint-Germain en Laye, contaba con alrededor de 2.500 personas, lo que a la vez era poco (comparándola con la de Versalles) y mucho (para un soberano exiliado). Una cosa importante a observar: la mayor parte de señores ingleses y escoceses habían conservado sus feudos, por razón de haberlos confiado a parientes de su confianza, o por haber prestado falsamente un juramento de fidelidad al soberano de Londres. Se vio a muchos hacer idas y venidas entre el continente, es decir Francia, y las islas.

¿Por qué este recuerdo histórico detallado? Porque la tesis de Kervella, fundamentada por otra parte en un escrutinio casi exhaustivo de documentos archivados hasta el presente abandonados, en particular de las correspondencias diplomáticas y privadas, ésta tesis, lo repito iconoclasta, es la siguiente: las primeras logias aparecieron en Saint-Germain en Laye, en torno a Jacobo II, a partir de 1689, y estas no eran otra cosa (el vocabulario es mío) que células de conspiradores trabajando para la restauración del rey, en particular reuniendo fondos y armamento con vistas a estas expediciones por mar que ya he mencionado. Y esto prosiguió con Jacobo III su hijo, luego Carlos-Eduardo su nieto hasta alrededor de 1750, donde, después del fracaso desconcertante de 1745, el desánimo hizo mella en todos los jacobitas y en el mismo príncipe.

¿Y qué hicieron las logias inglesas?, en particular la susodicha Gran Logia de Inglaterra, creada en 1717. Pues bien, fueron la respuesta del pastor a la pastora, es decir la réplica de los hannoverianos a los jacobitas, legitimidad contra legitimidad. Y yo digo que esta explicación me parece mucho mejor que la que prevalecía hasta la actualidad –y que en realidad no era solamente una. La teoría dicha de la “transición”, según la cual las logias “operativas”, compuestas por constructores, técnicos de la construcción, se habrían transformado poco a poco en logias “especulativas” por la entrada de un número creciente de nobles y burgueses, teoría brillantemente defendida en su tiempo por el gran “doctor en masonería” inglés Harry Carr, es hoy definitivamente abandonada a falta de documentos que vengan a apoyarla. Pero el problema continuaría subsistiendo. ¿Por qué diablos, estos nobles y estos burgueses, habrían tenido la idea descabellada de reunirse para edificar ficticiamente el templo de Salomón? Si en contrapartida este simbolismo es una especie de paravientos, y que Salomón representa en realidad, para unos Jacobo III y para otros Jorge Iº, y el templo su reino, entonces todo cambia, y tenemos aquí una explicación racional.

Y es así que los jacobitas, para no quedar en desventaja ante el plagio de los hannoverianos, inventaron los grados “superiores” al de maestro, en particular un cuarto grado denominado (con justa razón) escocés, y también grados caballerescos templarios. Esto estaba en el aire de los tiempos. En efecto, se produjo en esa época un retorno a un medievo bastante mítico y a una caballería así mismo mítica. Esto se manifiesta tanto en la literatura como en las artes plásticas: se denomina a esta modalidad “el estilo trovador”. Comienza bajo Luis XV y prosigue hasta el Consulado al margen y en reacción al estilo pseudo romano que apasionaba a los revolucionarios. Su apogeo fue el Genio del Cristianismo publicado por Chateaubriand en 1802 (pero escrito mucho antes); y yo quisiera mencionar también la primera obra de teatro inspirada por la Orden del Temple, la tragedia de Los Templarios de François Raynouard (1761-1836) publicada y representada en 1805. Este modo “medieval” llegó a estar hasta tal punto establecido que el mismo Voltaire produjo en 1756 una epopeya titulada La Virgen de Orleans.

Todo esto para decir que Ramsay (muerto y sepultado, observémoslo, en Saint-Germain en Laye en 1743) con su Discurso, o más bien sus Discursos (ya que hay dos versiones, une que fue pronunciada en Logia en 1736, y otra que debería haber sido pronunciada en Gran Logia en 1737, y que no lo fue jamás, a causa de la prohibición del primer ministro, el cardenal de Fleury), Ramsay, pues, haciendo remontar al menos alegóricamente a los cruzados la institución de la masonería , no era un aislado estrafalario, contrariamente a lo que los historiadores masónicos afirman gustosos, y que su empresa se inscribía en un contexto que le otorga una perspectiva política –o, para ser más precisos, una perspectiva político-masónica precisa.

Yo pienso, que para la mayoría de aquellos que conocen la historia de los comienzos de la francmasonería, esta tesis de un origen, insisto, “político” de este movimiento, es cuando menos, desconcertante, en la medida que se sustenta en ideas recibidas… Y por tanto: el cruce que André Kervella ha hecho de los nombres de los emisarios ocultos de Jacobo III con los miembros inscritos en las logias es absolutamente convincente. Son similitudes que no pueden ser fruto del azar.

Para aquellos a los que esto interese, recomiendo particularmente el último de los libros de André Kervella (ha publicado una docena), que se titula Les rois Stuart et la franc-maçonnerie, aparecido este último año 2013 en las Editions Ivoire-Clair. Me ha gustado mucho, al igual que a todos aquellos a los que lo he recomendado.

Y es aquí que volvemos a encontrar la llamada inexactamente bula In Eminenti de 1783, que en realidad es una constitución apostólica. En su monumental obra ya citada, el padre Benimeli prueba que los motivos reales de este texto (al que el Papa Clemente XII no puso la mano, excepto para firmarlo) son puramente políticos ya que están ligados a la política del Papa en tanto que soberano temporal en el seno de una Italia en plena mutación política (insisto de nuevo sobre este epíteto), siendo los motivos teológicos invocados una simple cortina de humo. Recordemos por tanto brevemente esos motivos, ya que serán reproducidos ulteriormente hasta la saciedad.


Primeramente, estas “sociedades, asambleas, reuniones, conventículos”, se hacen en secreto: prueba de ello que son criminales, ya que “si ellas no hicieran mal, no odiarían así la luz”. Otra prueba es que, “en varios Estados [que no se nombran], han sido […] proscritas y prohibidas como contrarias a la seguridad de los reinos.” La motivación política hace aquí algo más que transparentar. En realidad es confirmada algunas líneas más adelante por una referencia a “la tranquilidad de los Estados temporales”.


La segunda queja es la coexistencia de “hombres de toda religión y toda secta”, situación evidentemente impensable en un tiempo en que las relaciones interreligiosas eran solamente polémicas en sentido propio, es decir relaciones de guerra.

La tercera queja se expresa así: “…y por otras causas justas y razonables conocidas por nosotros…” Y, ¡eso es todo! Estaremos de acuerdo que esto es más que ligero. Añadamos que la constitución Providas de 1751 del papa Benedicto XV no dice mucho más y se contenta con exagerar sobre el texto de In Eminenti.


La prueba que los motivos profundos de esta condena fueron políticos resulta claramente con la comparación con la obra de Kervella citada precedentemente. Aparece que Robert Walpole, primer ministro inglés durante este período crucial, de 1721 a 1742, él mismo también masón, utilizaba a los miembros de las logias hannoverianas como emisarios, como “honorables corresponsales”, es decir como agentes secretos y espías, principalmente en Italia donde el pretendiente había encontrado refugio . Aparece no menos claramente que las logias jacobitas de los Estados pontificios no fueron nunca realmente molestadas; y cuando incluso la Inquisición, tomando al pie de la letra la constitución In Eminenti, quiso ocuparse de ellas, el procedimiento fue rápidamente parado. Jacobo IIIº era francmasón y su hijo Carlos-Eduardo también, contrariamente a lo que éste afirmó falsamente algunos años más tarde . Simplemente, este había prometido al Papa mantener un perfil bajo.


Todo esto aclara bajo otra luz la condena papal de 1738. Recordemos que estaba en cuestión la “seguridad de los reinos”, la “tranquilidad de los Estados temporales”. Pero ¿quién era el rey legítimo de la Gran Bretaña a ojos de la Santa Sede? Ciertamente no el elector de Hannover, este príncipe herético y cismático, factor de turbaciones en el Sacro Imperio del que era uno de los electores, sino el rey Estuardo, fiel a la santa Iglesia católico-romana.

No olvidemos (resulta un defecto frecuente el desconectar la historia de la masonería del panorama histórico europeo que indefectiblemente está como telón de fondo) que esta época es la de la guerra de sucesión de Austria (1740-1748) en la que se vio a soberanos católicos y protestantes enfrontarse en Alemania –Francia jugando, como a menudo sucedía con Richelieu, en campo contrario. Y por consecuencia las decisiones papales se inscribieron en este contexto, vuelvo a repetirlo una vez más, político.

No obstante, ya lo he dicho antes, estas condenas fueron en Francia nulas y no tuvieron ningún efecto.

Pero ¿cómo se traducía todo esto en el seno de la misma masonería? André Kervella desbroza perfectamente la problemática. Hubo al comienzo en Francia una masonería jacobita –resulta obvio observar que los primeros Grandes Maestros de la Gran Logia, como Mac Lean y Derwentwater eran aristócratas escoceses . Luego se formaron conjuntamente logias hannoverianas. De este modo, contrariamente a lo que se escribe, los orígenes de la masonería francesa no le deben nada a Londres, sino todo a Saint-Germain-en-Laye, y luego a Roma. Un detalle a observar, por una parte estos masones se hacían la guerra en Escocia e Inglaterra, pero mantenían en Francia (y más tarde en Italia) relaciones cordiales. ¿El espíritu masónico, quizás?


¿Y los franceses?, ¿qué papel jugaban en todo esto? El hecho es que los Grandes Maestros siguientes fueron aristócratas de altos vuelos, en primer lugar Louis de Pardaillan de Gondrin, duque de Antin (1707-1743), luego Louis de Bourbon-Condé, conde de Clermont (1709-1771), príncipe de sangre, es decir pariente cercano del rey, y finalmente Louis Philippe de Orleans (1747-1793), primo del rey, primer príncipe de sangre , muestran suficientemente que la masonería fue objeto de verdadero entusiasmo y que la nobleza de espada, de vestimenta y de iglesia se precipitó en ella. Resulta inútil decir que la masonería francesa de entonces había perdido hasta el más mínimo recuerdo del carácter o caracteres políticos de sus comienzos. Se había convertido únicamente, como la describirá poco después Joseph de Maîstre , en una “sociedad de placer” en la que uno se dedicaba, como me complací escribir en uno de mis estudios, citando el título del célebre vals de Johan Strauss, a “Amar, beber y cantar”. Se acabó la política, nada de esoterismo –la palabra no existía en esa época, ni la cosa tampoco, salvo en una sociedad de la que os hablaré más tarde- ninguna otra cosa que el divertimento.

Esta francmasonería era –precisémoslo- de doble cara. De igual modo que coexisten en el seno de la Iglesia de Inglaterra una High Church y una Low Church, coexistían de igual manera, sin confundirse, lo que podríamos llamar una “alta francmasonería” y una “baja francmasonería”. Una francmasonería modesta, hecha de tenderos, taberneros, funcionarios de justicia, curas… y una francmasonería de altos vuelos, compuesta por la más alta aristocracia de la corte, de la villa y de la Iglesia, donde se codeaban los dos hermanos del rey, los condes de Provenza y de Artois, futuros Luis XVIII y Carlos X, príncipes de sangre, grandes aristócratas como el duque de Montmorency-Luxembourg, “primer barón de Francia”, es decir salido de la más antigua familia de Francia (y adjunto del Gran Maestro el duque de Orleans), cohortes de arzobispos y obispos, de parlamentarios (es decir de altos magistrados) … e incluso la reina y su amiga íntima la princesa de Lamballe –ya que existía también una masonería femenina .

Es absurdo decir que todo este bello mundo no conspiraba. Incluso si estos grandes señores eran en su mayor parte “libertinos” en los dos sentidos del término, a saber, en cuanto a las costumbres y en cuanto a las ideas , se sentían demasiado ligados a sus privilegios que les garantizaban los favores de la vida como para encausar al trono y el altar de los que precisamente tenían estos privilegios. En cuanto al pueblo llano de las logias, por mucho que refunfuñaran contra los impuestos demasiado pesados (sobre todo a causa de las guerras)…, nada les repugnaba más que el republicanismo, que les olía a chamusquina, con el ejemplo poco atrayente de “esos señores de Ginebra” .

Lo que hizo, que cuando la política volvió a atrapar a esta francmasonería convertida completamente en apolítica, lo cual se produjo en pleno corazón de la Revolución, lo hizo de una manera absolutamente nueva e inesperada, y digámoslo de entrada, completamente a contrapelo. De 1797 a 1799, un polígrafo, el abad Augustin Barruel, antiguo (y futuro) jesuita publicó las Mémoires pour servir à l’histoire du jacobinisme (Hambourg, P. Fauche, Vol. 5) que supuso un inmenso éxito de librería y ha dado lugar a una posteridad innumerable. Había en efecto que encontrar las causas de esta Revolución francesa que había engullido sin explicación racional la monarquía más antigua del mundo civilizado. Estas causas, o quizá mejor esta única causa, Barruel, que afirmaba haber sido recibido por su parte en Logia, la desvelaba con toda claridad: era la acción de los francmasones. O para ser más precisos: la acción conjugada de “los filósofos ateos, los nuevos templarios, los rosacruces y los francmasones” ocultamente dirigidos por los Illuminati, a fin de destruir los poderes existentes, a saber la Iglesia y la monarquía.


Vista la descripción que he dado de la francmasonería francesa pre-revolucionaria, está claro que estas afirmaciones son un despropósito total. Pero hacía falta un culpable: la búsqueda de uno o varios culpables es una constante en la acción política, al que dispensa un esfuerzo siempre difícil de analizar. El culpable fue rápidamente encontrado, y continuó siéndolo por largo tiempo, ya que se continúa todavía en nuestros días designando como tal a la francmasonería en los medios contra-revolucionarios. Se llegó al colmo de la absurdidad –absurdidad todavía muy presente hoy en ciertos medios- de acusar al Convento masónico de Wilhelmsbad de 1782, de haber sido la reunión de los conjurados europeos planificando la destrucción de la Iglesia y las monarquías, mientras que ese Convento reunió a los partidarios convencidos de una masonería cristiana, y exclusivamente cristiana, de la que hablaré al término de ésta exposición. Alejandro Dumas, decía que en ocasiones es preciso violar la historia para hacerle hijos hermosos; no es este el caso.

Hay en las acusaciones que acabo de relatar diversos términos que llaman la atención. “Nuevos templarios”: son estos grados caballerescos que ya he mencionado, y había en efecto en Alemania un sistema caballeresco denominado Estricta Observancia, que pretendía reconstituir la Orden del Temple, la cual, según ellos, solo había sido abolida en apariencia por el concilio de Viena de 1312. Sin embargo este sistema estaba dirigido por íntimos de los príncipes reinantes o incluso reyes, por lo que no parecería lógico, que estos cortaran la rama sobre la que estaban sentados…! Y recordemos que el emperador Joseph II, hijo de María Teresa, era francmasón, al igual que su padre el emperador Francisco Iº, así como el rey de Prusia, Federico II el Grande, por hablar solamente de ellos. “Rosacruces”: se trata de los famosos “rosa-cruz”, de los que no voy a decir nada, ya que haría falta una conferencia entera, pero sabed que no tienen nada que ver con la francmasonería. Los Illuminati tampoco, pero eso no parece importar mucho. Para resumirlo, los “Iluminados de Baviera” (por dar a esta orden su verdadera denominación) fueron fundados en 1776 en Alemania por un profesor de derecho canónico, Weishaupt, pero paradójicamente, sobre la base de una filosofía materialista, progresista e igualitaria, con miras efectivamente a derribar el trono y el altar. Trataron de establecer células progresivamente en la masonería alemana, lo que les resultó fatal, ya que los príncipes y clérigos recibidos en sus filas quedaron horrorizados, y la orden fue prohibida a partir de 1786 y Weishaupt despedido y mandado al exilio. De todas maneras la Orden de los Iluminados no llegó a tener nunca ramificaciones en Francia.

Volviendo a Barruel, su arsenal se enriqueció a partir de 1806, en base a unas “revelaciones” de un corresponsal italiano, aguerrido antisemita, según el cual, las “fuerzas ocultas” de la masonería (por tomar el título de una película cinematográfica violentamente antimasónica, de marzo de 1943) eran en realidad los judíos trabajando para la dominación del mundo.

¿Por qué insisto en todos estos detalles? Porque lo que tenemos aquí, constituye el archiconocido tema del “complot judeo-masónico” que podemos encontrar inalterado y que ha llegado hasta en nuestros días. Esta tesis –anticipemos algo de ella- le debe su indumentaria teológica a un jesuita alemán, arzobispo de Bombay, Mons. Leo Meurin, gracias a la publicación en 1893 de una obra que llevaba por título: La Francmasonería, sinagoga de Satán. Esta fórmula de “complot judeo-masónico” atribuida a tanta gente, y mal que pese, se le ha de reconocer la paternidad a Mons. Meurin.


Esta retórica, con sus fórmulas y variantes, ha desafiado los tiempos y la hemos podido encontrar sucesivamente en el momento de la separación de la Iglesia y el Estado, en los años 1900, en las polémicas de La Libre Parole de Edouard Drumont antes de la guerra de 1914, en las de L’Action française de Charles Maurras y de Léon Daudet entre las dos guerras, en las publicaciones oficiales bajo el régimen de Vichy, y de nuevo en nuestros días con ocasión de los debates denominados “sociales”. Esta retórica simplemente se ha acrecentado conforme avanzaba, cuando el caso Dreyfus, con otro elemento: el anti-germanismo. Así, según Maurras, los cuatro elementos constitutivos de la Anti-Francia, serían: los francmasones, los judíos, los protestantes y los extranjeros.


Pero, ¿quizá me echéis en cara que me alejo del tema? En absoluto. Ya que son exactamente estas armas las que fueron utilizadas por la Iglesia de Francia, en lo que se ha venido a llamar la guerra, por una parte antimasónica y por otra antirreligiosa, guerra pues político-religiosa que causó estragos en los primeros decenios de la IIIª República. Os he mostrado anteriormente lo que el altar había pactado con el trono hasta 1870. La reacción antimonárquica que le siguió debía forzosamente tomar el cariz de una reacción anticatólica. Era preciso terminar con el reinado conjunto del sable y del hisopo. Y este combate, fue el Gran Oriente de Francia el encargado de llevarlo a cabo. Combate tanto más vigoroso en la medida que la Iglesia de Francia, en su inmensa mayoría, permaneció muy hostil a la República –en despecho de la “adhesión” a las instituciones republicanas recomendado por el Papa León XIII (1810-1903) en su encíclica “Au Milieu Des Sollicitudes” (de 16 de febrero de 1892) , encíclica que no fue muy escuchada en Francia.

El primer cañonazo fue tirado en 1877 por Gambetta (iniciado a finales del Segundo Imperio) con esta fórmula que ha pasado a la posteridad: “El clericalismo, ¡he ahí el enemigo!”. Desde entonces, hubo identificación –podríamos hablar de osmosis-, de la francmasonería y el poder republicano, y de ambos con el “libre pensamiento” y el anti-catolicismo.

Podríamos decir, sin realmente exagerar, que al menos hasta 1914, los gobiernos se hacían y deshacían en el seno de las Logias. Es por esta misma época que el Gran Oriente de Francia decidió, si me permitís este neologismo, “hacerse ateo”. Me explico. Desde 1849, y a iniciativa de su Gran Maestro el príncipe Murat, que ya he señalado, el artículo Iº de sus Constituciones, estaba así redactado: “La Francmasonería, institución esencialmente filantrópica, filosófica y progresista, tiene por base la existencia de Dios y la inmortalidad del alma.”


Lo que hacía del Gran Oriente una Obediencia teísta.


Ahora bien, en septiembre de 1877, tras la ponencia del pastor Desmons (esto no me lo invento) que era también diputado republicano, el convento del Gran Oriente, por una fuerte mayoría modificó este artículo Iº, del siguiente modo:


“La Francmasonería, institución esencialmente filantrópica, filosófica y progresista, [el comienzo no cambia, pero sí lo que sigue] tiene por objeto la búsqueda de la verdad, el estudio de la moral universal, de las ciencias, las artes y el ejercicio de la beneficencia. Ella tiene por principio la libertad absoluta de conciencia y la solidaridad humana. Ella no excluye a nadie por sus creencias. Tiene por divisa: Libertad, Igualdad, Fraternidad.” 


Diez años más tarde, se dio un nuevo paso y la invocación al Gran Arquitecto del Universo, quedó como facultativa; en la práctica, desapareció totalmente.


Así, oficialmente, la Obediencia se convirtió en agnóstica; pero en la realidad, desarrolló no solamente un anticlericalismo sino también un anti-catolicismo militante, (y en ocasiones provocador con los banquetes de viernes santo en el curso de los cuales se comía –y se come todavía- carne de cerdo) .


Desde entonces, la casi totalidad de presidentes del consejo que se sucedieron fueron “hermanos tres puntos” (como se les llamaría en lo sucesivo a resultas del título epónimo de una obra del célebre mistificador Léo Taxil), siendo el más célebre Emile Combes, “el pequeño padre Combes”, un antiguo seminarista convertido en ateo militante. Entre todos ellos tomaron una serie de medidas destinadas a abatir la potencia política y social de la Iglesia católica: prohibición para ejercer la enseñanza salvo autorización a las congregaciones religiosas (julio de 1904), luego rechazo sistemático de toda solicitud de estas últimas, lo que entrañó su exilio y el cierre de millares de establecimientos ; ruptura de las relaciones diplomáticas con el Vaticano (en mayo de 1904); separación de la Iglesia y el Estado (ley de 9 de diciembre de 1905) , de lo que surgió el inventariado de los 68.000 edificios religiosos existentes, inventarios que provocaron la irritación de los fieles que se oponían en masa –y provocaron algunos muertos- al igual que el rechazo a obedecer por parte de numerosos oficiales de policía ; luego confiscación de los bienes del clero (ley del 2 de enero de 1907) que pasaban a manos del Estado, o de las comunidades; finalmente, depuración del personal prefectoral y sobre todo del ejército, que fuera juzgado como poco leal. Esta última depuración dio lugar a un escándalo inaudito, el “caso de las fichas”. El escándalo estalló cuando fue revelado públicamente en 1904 que el general André, ministro de la guerra del gabinete Combes, había pedido al Gran Oriente de Francia que hiciera establecer en sus Logias, fichas sobre las opiniones políticas y religiosas de sus Oficiales, y que esta práctica venía funcionando desde hacía tres años ; la indignación llegó hasta el colmo, lo que provocó la caída –y consiguiente muerte política- de Emile Combes. 

¿Y la Iglesia? ¿Qué hace mientras tanto? Pues bien, ella replica con no menos virulencia. Su artillería, es el periódico La Croix que se ocupa del asunto. Fundado en 1880 por la congregación de los asuncionistas y enfocado deliberadamente hacia un público popular, fue desde el comienzo un periódico de combate, que denunció con virulencia la República, la francmasonería y los judíos por turnos o conjuntamente desde antes de Maurras. La Croix presumía de ser “el periódico católico más anti-judío de Francia”. En cuanto a su anti-republicanismo, era tan acusado que rechazó con fuerza el “alineamiento” decidido por León XIII, lo que hizo que el Papa, por medida de autoridad, hiciera revocar en 1900 a su redactor en jefe, el padre Bailly. Ese mismo año, doce asuncionistas, de sobrenombre “los doce monjes ligueros” son condenados por el Tribunal del Sena por maniobras sediciosas susceptibles de poner en peligro el orden público republicano, y su congregación es disuelta.

La continuación de la historia de La Croix ya no es de nuestra incumbencia. El periódico se convirtió en el portavoz fiel del Vaticano, incluida la condena de la Acción francesa en 1927, marcado por orientaciones cada vez más sociales (la Acción católica, la JOC, juventud obrera católica), dando su apoyo después de la Liberación al partido de la democracia cristiana (el MRP, movimiento republicano popular), lo que hizo de él un periódico muy a menudo pro-gubernamental. En nuestros días, es un periódico, si no de izquierdas, al menos de centro-izquierda. ¡Qué lejos del periódico de los orígenes!

Esta crónica ya un tanto larga va a terminar muy pronto. La Gran Guerra, la de 1914-18, gracias a la cohabitación forzada de los franceses de todas las categorías y de todas las opiniones en las trincheras, operó una sensible reconciliación entre los curas y el institutor francmasón, que se manifestó en la política nacional, en particular, con el restablecimiento en 1921 de las relaciones diplomáticas con la Santa Sede.


Sin embargo, la Segunda Guerra mundial y el establecimiento del Estado francés resultaron fatales para ésta reconciliación, al prestar su apoyo la mayoría de la alta clerecía al Mariscal y aprobar al menos tácitamente, aunque no siempre, las medidas antimasónicas del gobierno de Vichy (leyes del 13 de agosto de 1940 y del 11 de agosto de 1941) y el estatuto para los judíos (octubre de 1940 y julio de 1941). Por suerte, otros prelados (muy minoritarios, por cierto) habrían denunciado la suerte dada a los judíos, como fue el caso del arzobispo de Toulouse, Mons. Salièges , e incluso posteriormente el mismo arzobispo de Lyon, el cardenal Gerlier, que era partidario de Petain. Y sobre todo, la gran cantidad, no solamente de laicos católicos (como era el caso de Georges Bidault y Edmond Michelet) sino también de sacerdotes y religiosos que participaron en la Resistencia y sufrieron la deportación (como fue el caso del padre Riquet) o fueron ejecutados (se dice, que alrededor de 600), lo que facilitó mucho las cosas de cara a la Liberación.

La historia a continuación se acelera. Quedan todavía dos erupciones a señalar durante la IVª y Vª Republicas, las dos relacionadas con la escuela, que constantemente ha sido un absceso de fijación entre el campo católico por una parte y el laico por otra, siendo el principal actor de este último siempre la francmasonería. El primero fue justo después de la Liberación (los establecimientos católicos de enseñanza habían sido favorecidos por el régimen de Vichy), la “querella escolar” que duró más de diez años y fue resuelta –al menos momentáneamente- por la ley Debré del 31 de diciembre de 1959, que vino a reglamentar los establecimientos de enseñanza libre bajo contrato. Esta querella resurgió en 1984 cuando el gobierno Mauroy y su ministro de educación nacional, Alain Savary, la emprendieron con poner en práctica uno de los 101 compromisos del candidato François Miterrand, consistente en la realización de un “gran servicio público unificado de educación nacional”, cuyas condiciones de aplicación volvían a integrar la enseñanza libre en la enseñanza pública. Este proyecto hizo salir a la calle a centenares de miles, incluso más de un millón, de manifestantes, tras lo cual, el presidente Miterrand retiró en julio de 1984 el proyecto de ley, lo que supuso la dimisión del ministro Savary y luego del gobierno Mauroy al completo. Este desafortunado texto había suscitado por otra parte el descontento en ambos campos: en el campo católico, acabamos de comentarlo, pero también en el campo laico con la punta de lanza del Gran Oriente de Francia, que lo consideraba edulcorado y lo hizo saber al presidente Miterrand, que no le gustó mucho…

¿Hay en nuestros días una reanudación del enfrentamiento? Se podría llegar a pensar, con la discrepancia de opinión expresada de manera bastante violenta, suscitada por los problemas denominados “sociales”, siendo el primero el “matrimonio para todos”, por decirlo claro el matrimonio homosexual, y lo que le sigue y seguirá. Sin embargo el enfrentamiento no presenta el mismo aspecto que los del pasado.

Las autoridades religiosas católicas, con el cardenal André Vingt-Trois a la cabeza, arzobispo de París y presidente en su momento de la conferencia episcopal, si bien han condenado vigorosamente el matrimonio homosexual en nombre de los valores sociales y naturales –y no religiosos-, así como por el respeto a la dignidad humana, etc., se han guardado muy mucho de tomarla con la francmasonería que sin embargo ha tomado partido a favor de dicho matrimonio y de todo lo que debe seguirle. Incluso, interrogados a propósito de ese sacerdote católico que tanto ha dado que hablar, a causa del hecho de haber sido sancionado por ser miembro del Gran Oriente de Francia, el padre Vesin, el cardenal, se ha contentado con decir: “Es un poco difícil ser representante de una Iglesia y miembro activo de una corporación cuya principal ocupación es decir que la Iglesia es perniciosa.” 

Por su parte, y muy al contrario, el Gran Oriente de Francia lo ha tomado con extrema virulencia y particularmente en contra del cardenal arzobispo de París. Los cito:


Proyecto de ley sobre el matrimonio para todos

Fecha de aparición: 05/11/2012

La definición de los derechos de la persona solo dependen de la voluntad colectiva de los hombres

El Gran Oriente de Francia condena firmemente las palabras de la Iglesia Católica expresadas respecto al proyecto de ley sobre la apertura del matrimonio civil a todas las parejas que será presentado al Consejo de Ministros el próximo miércoles.

Así, la evocación por parte del Cardenal André Vingt-Trois de “las profundas mutaciones de nuestra legislación que podrían transformar radicalmente las modalidades de relación fundadoras de nuestra sociedad ” pone de manifiesto posiciones trasnochadas e incluso obscurantistas en total desfase con las necesarias evoluciones sociales y políticas de nuestro tiempo.


Este proyecto de ley mira asegurar un reconocimiento republicano de la libre elección matrimonial de los individuos que lo desean, en nombre de la igualdad de derechos.

En nombre de la Laicidad, el Gran Oriente de Francia recuerda que las Iglesias deben restringirse a la sola esfera espiritual, y no interferir, mediante imprecaciones estigmatizantes y mezclas violentas y odiosas, con los legítimos debates públicos y democráticos que presiden la evolución y el progreso de los derechos civiles.

París, el 5 de noviembre del 2012


Matrimonio para todos: sí al debate republicano, no al anatema


Fecha de aparición: 14/01/2013


En la vigilia de la adopción en Consejo de Ministros del proyecto de ley sobre el matrimonio para todos, el Gran Oriente de Francia ha expresado ya su apoyo a este avance en el ámbito de las libertades y el reconocimiento de la igualdad entre todos los ciudadanos. Ha sido fiel en esto a todas las acciones que en el pasado ha conducido en la defensa del derecho a voto de la mujer, el derecho de las mujeres al aborto libre y gratuito, y al pacto civil de solidaridad.


Desde la puesta en práctica concreta de esta promesa de la campaña presidencial, un vasto movimiento de contestación ha sido lanzado por las religiones monoteístas, confundiendo el deseo de contrato de matrimonio regido por el Código civil, salido de las leyes votadas por el Parlamento de la República francesa, y la organización del matrimonio religioso al agrado de las creencias de los practicantes de todo culto. Esta situación francesa es sorprendente cuando podemos constatar que este mismo derecho al matrimonio para todos ha sido reconocido por numerosos países en los que la Iglesia católica es influyente, como en España o Portugal y donde la Iglesia anglicana no contesta la decisión del Primer Ministro británico de proponer la misma evolución en la Gran Bretaña.

Ante la violencia del debate que se instaura, el G.O.D.F. hace un llamamiento a la serenidad y al respeto de las reglas democráticas en el funcionamiento de los servicios públicos.

En este sentido, a los responsables religiosos que se erigen en conciencia moral, se les podría recordar ciertas infracciones a la legalidad, como son la utilización con fines propagandísticos, de las emisiones religiosas difundidas por el servicio público France Televisión el domingo por la mañana y financiadas por fondos públicos, para denigrar en diciembre del 2012, el proyecto de ley depositado en el registro de la Asamblea Nacional; el no respeto a la prohibición de propaganda política en lugares de culto afectados por el título de la ley de separación de la Iglesia y el Estado (Artículo 35): sermones, entrega de octavillas llamando a manifestarse, difusión de cartas abiertas a los políticos… que constituyen “discursos pronunciados” representando una “provocación directa a resistirse en la ejecución de leyes o actos legales de la autoridad pública” o tendentes a “levantar o armar a una parte de ciudadanos contra los otros”; la ignorancia en la aplicación de la ley Debré de 31 de diciembre de 1959 sobre los establecimientos bajo contrato, por una utilización abusiva del “carácter propio” de los establecimientos, cuyo profesorado es pagado por los fondos públicos, mientras que la ley dispone que “el establecimiento, conservando su carácter propio, debe dar esta enseñanza en el respeto total de la libertad de conciencia”. Continuando con tales prácticas, las Iglesias, que disponen ya de numerosas ventajas materiales, en terrenos concordatarios y otros, corren el riesgo de despertar antiguas querellas que la ley de 1905 consiguió superar.


El debate concierne en primer lugar a los ciudadanos, y únicamente a ellos, creyentes o no, así como a sus representantes democráticamente elegidos, que votarán la ley.


Los francmasones del GODF quieren hacer prevalecer la serenidad de la que debe ser digna una democracia moderna y hacen un llamamiento a la responsabilidad de cada uno.


París, 14 de enero de 2013


Proyecto de ley en favor del matrimonio para todos – Decisión del Consejo de la Orden


Fecha de aparición: 25/01/2013

El Gran Oriente de Francia ha tenido la ocasión en dos veces, en dos comunicados, de saludar la adopción por parte del Consejo de Ministros y su depósito ante el Parlamento del texto de la ley sobre el “matrimonio para todos”.


Dicho texto es un avance en materia de igualdad de derechos, que ilustra el poder de los elegidos por la República para determinar los términos del contrato civil de matrimonio, al margen de las prácticas y creencias religiosas sobre el matrimonio religioso.

El consejo de la Orden, reunido este viernes ha decidido dar la libertad a los masones del Gran Oriente de Francia para asociarse a todas las manifestaciones en favor de este texto: cada uno podrá participar en cordón de maestro (o con collar de Venerable si la Logia ha votado previamente prestarle apoyo).

Permanecemos movilizados durante la duración del debate parlamentario para permitir a todos los ciudadanos poder ejercer plenamente todos sus derechos.


París, de 25 de enero del 2013.


La declaración más tajante, más clara, y por mi parte añadiré, la más franca, emanada del ministro de educación nacional de entonces, Vincent Peillon, es la que afirmaba a quien quería oírlo: “el catolicismo es incompatible con la democracia”. Y si se me objeta que quien he mencionado no es masón, responderé que el interesado inscribe formalmente su pensamiento y su acción en la línea de Ferdinand Buisson, este eminente francmasón libre pensador de finales del siglo XIX, que he mencionado anteriormente, y del cual quiere culminar la obra. Es tanto como decir, utilizando la fórmula bien conocida por todos, de que Vincent Peillon es “un masón sin mandil”.

A todo esto, la Iglesia católico romana, por su parte, se ha abstenido prudentemente de replicar. Se han ocupado de hacerlo en su lugar los innumerables movimientos católicos tradicionalistas que han surgido con ocasión de las manifestaciones de masas contra el “matrimonio para todos”. Citaré únicamente un manifiesto de “Primavera Francesa” , que es suficientemente elocuente.

Si añadimos a esto la multitud de mensajes difundidos en las redes sociales, en particular en Facebook, por los miles de reaccionarios (en sentido propio), inclusive contra-revolucionarios, uno se queda estupefacto de volver a encontrar, cien años y doscientos años más tarde, toda la verborrea de Maurras e incluso la de Barruel (por no hablar de la del régimen de Vichy): el complot judeo-masónico, la masonería responsable de la Revolución y el derrocamiento del trono y el altar, la anti-Francia, etc. –a diferencia que el anti-germanismo de antaño ha sido sustituido por un vivo anti-europeísmo (lo que viene a ser poco más o menos lo mismo, siendo la representación de Europa la imagen de Angela Merkel), todo ello conjugado con un anti-americanismo no menos visceral. Se pueden leer slogans envenenados sobre la “república judeo-masona”, e incluso (cito literalmente) “la república sodomita-judeo-masona”.

¿Qué conclusiones provisionales entresacar de esta crónica, que no es la de una guerra de los cien años, sino de una guerra de dos siglos y medio? En primer lugar, que tanto la Iglesia como la masonería, no dejan de ser organismos bajo el sol. Uno y otro están incardinados en las sociedades de sus tiempos (en plural, ya que esos tiempos cambian). Ambos son realidades socio-políticas que interactúan con su entorno, y muy a menudo, como hemos visto, por motivaciones políticas que no tienen mucho que ver, ni con el Evangelio ni con la iniciación. Los dos tienen una presencia en la sociedad, y así pues una acción en la sociedad, que los lleva a codearse, en ocasiones (como ahora) a enfrentarse y a guerrear.

La Iglesia católica, por razones que ya he descrito y que tienen que ver con la historia de Francia, no ha estado nunca ausente de la escena pública. La francmasonería, que había ocupado uno de los primeros papeles bajo la IIIª y IVª Repúblicas, se hizo discreta (sin estar nunca ausente, volveré sobre ello más adelante) desde el retorno al poder del general de Gaulle hasta la elección de François Hollande, que ha marcado su vuelta con fuerza. Hasta el punto que reducida durante largo tiempo al rango de “peones”, esos sujetos tapagujeros de los que la prensa echa mano, en el período falto de noticias de las vacaciones del mes de agosto, ha pasado a ser una revista de las más leídas, introductora por encargo de dosieres suministrados, como demuestra el reciente magazine de Le Figaro. En la cubierta, y con letras mayúsculas: “LOS FRANCMASONES LA GRAN OFENSIVA”, luego, en caracteres más pequeños: “Sus objetivos para el 2014 – Como reactivan sus redes”. Al interior, el dosier (de 10 páginas) introducido con este título: “LOS FRANCMASONES puesta en marcha”, con este resumen que lo dice todo: “Heridos en lo más vivo por ciertos ataques, deseosos de defender a sus amigos y sus ideas, los francmasones vuelven a la ofensiva. De sus redes en el Eliseo a sus feudos ministeriales, he aquí como se activan entre bastidores, tanto en las campañas municipales, como en la laicidad y la eutanasia.” Y observaremos que en las ilustraciones figuran únicamente dignatarios del Gran Oriente de Francia, con su Gran Maestro a la cabeza.

Ahora bien, es tiempo de evadirnos de este duelo entre solamente dos protagonistas, ya que detrás de los combates entre Aquiles y Héctor se perfila el enfrentamiento entre Grecia y Troya –si se me permite esta metáfora homérica. ¿Quién me lleva a esta cuestión que considero dilucidar ante vosotros? ¿este enfrentamiento no se puede expiar? ¿no tolera ningún acomodo?



Vamos pues a intentar ahora el “análisis espectral” (por plagiar a Keyserling ). Lo que me conduce a ampliar mi espectro, pero no desmesuradamente, lo que sería fuente de confusión. Pongamos pues los límites.


I ) La Francmasonería es un fenómeno occidental, una invención occidental, que solo concierne a los países occidentales u occidentalizados (como por ejemplo el Japón) y sólo concierne por vía de consecuencia que a las religiones de estos países occidentales u occidentalizados, o dicho de otra manera, y para ser breves, únicamente a las religiones dichas “del Libro”.

Enunciemos a continuación un hecho que no sufre ninguna excepción: los elementos radicales y fanáticos de estas religiones, todas ellas sin excepción, condenan y combaten con virulencia la francmasonería. Regla: el fanatismo y la francmasonería son antinómicos; por la buena y simple razón que el fanatismo proscribe la libertad, que es uno de los principios básicos de la francmasonería.


A la luz de lo que acabo de plantear, pasemos revista a estas tres religiones:


El Islam es hostil por principio a la francmasonería. No es porque el Corán plantee nada en contra; sino porque para ellos es una invención de los occidentales, y por consiguiente de los infieles. Además, podemos encontrar resabios contra el sionismo. Razón por la cual no existe francmasonería en los países intransigentes donde reina la sharia.


Se puede encontrar en Marruecos, por razón de un tradición de tolerancia que se remonta a Mohamed V, al igual que respecto al tema de los judíos.


Pero:


Se encontraba en Irán: se ha terminado;


Se encontraba en Iraq: se ha terminado;


Se encontraba en Egipto: se ha terminado;

Se encontraba en Siria: se ha terminado;


Se puede encontrar en el Líbano: esto, si dura todavía es a causa del carácter constitucionalmente pluriconfesional del país;


Se puede encontrar todavía en Turquía, pero esto corre el riesgo de terminar pronto, vista la evolución del régimen de Recep Tayyip Erdoğan.

Por lo que respecta al Judaísmo, es preciso distinguir entre el Estado de Israel y el resto del mundo. En todas partes de Occidente, los judíos son ciudadanos como los otros, que desde hace más de un siglo, actúan como los otros, y no tengo conocimiento de oposición de ningún tipo por su parte respecto a la francmasonería, y yo diría incluso que sucede al contrario.

En Israel, sin embargo, la situación es contrastada. Los judíos que calificaría, a falta de encontrar mejor término, como “ordinarios”, actúan como sus correligionarios de los países occidentales (por otra parte, ¿acaso Israel no es un país occidental trasplantado a Oriente Medio?), y podemos observar en este país una masonería muy próspera.

Por el contrario, la masonería es deshonrosa para los judíos ortodoxos, los hassidim, pero estos viven como en un gueto en el interior de su propio país .

En cuanto al cristianismo… Tenemos ahí un calidoscopio. Para simplificarlo, podríamos reducirlo a tres ramas principales: el catolicismo romano; el protestantismo; y la ortodoxia. Empezaré por el final:

1. La ortodoxia es un calidoscopio al interior de un calidoscopio. Hay unidad en la fe –ello es indispensable- pero hay una organización explosionada, de donde la cantidad de Iglesias.


Se podrían organizar en dos categorías: las Iglesias dichas “canónicas” y las Iglesias que no se reconocen como tales. Pero ¿qué es la canonicidad? Exactamente la misma cosa que la “regularidad” en francmasonería. La una y la otra resultan del reconocimiento por un organismo de referencia que es, por lo que incumbe a la francmasonería, la Gran Logia Unida de Inglaterra, y para la ortodoxia, el Fanar, es decir el patriarcado dicho ecuménico de Constantinopla . Está claro que esta calidad extrínseca no es en absoluto satisfactoria. La ortodoxia intrínseca resulta de la confesión de la “verdadera fe” (lo que significa por otra parte el término ortodoxia) como la regularidad intrínseca resulta de la práctica de los verdaderos principios masónicos. Todo esto para decir que esta distinción es inoperante para nuestro asunto, pero tenía que hablar de ello para eliminar todos los escollos.

Dicho esto, solamente cuatro “grandes” Iglesias ortodoxas han dictado condenas contra la francmasonería: en primer lugar la Iglesia de Grecia en 1933 y la Iglesia de Rumania en 1937. Estas dos fechas, trasladadas a la situación política de la Europa de entonces, bastan para probar que estas decisiones fueron de naturaleza política. Vinieron después la Iglesia Ortodoxa de América (Orthodox Church of America, OCA) en 1955, y la Iglesia rusa extra-fronteras (Russian Orthodox Church Outside of Russia, ROCOR) por esos mismos años . Resulta destacable que los motivos teológicos invocados parecen casi copiados de las decisiones papales del siglo XVIII . Es todo y es poco. Varios altos jerarcas ortodoxos han sido francmasones, en particular, el célebre patriarca de Constantinopla Atenágoras, que recibió el grado 33 del rito escocés antiguo y aceptado en los Estados Unidos .

2. El protestantismo, es también un calidoscopio, presenta también por su parte una organización explosionada –con una unidad de fe menos cohesionada, pero no me aventuraré en ese terreno. El mundo protestante ha sido para la masonería un terreno de elección, por el hecho que la fe protestante está fundamentada sobre el "libre examen”. La masonería es pues ostensiblemente presente en los países escandinavos, en los que la Iglesia protestante es una Iglesia de Estado de confesión luterana; en los Países Bajos, de confesión mayoritariamente calvinista; en diversos cantones de Suiza, entre ellos Ginebra, igualmente calvinista; en Escocia, que posee una Iglesia de Estado (Kirk of Scotland) la cual es de confesión presbiteriana, es decir grosso modo calvinista; en Inglaterra, en que la Iglesia de Estado (cuyo jefe es la reina) es de confesión anglicana; en los Estados Unidos finalmente, donde coexisten una multitud de denominaciones protestantes.

Pero, en varios de estos países, la francmasonería que hasta hace poco había ido viento en popa, encuentra borrascas en contra. La Church of England ha tomado una decisión hostil en 1987-1988 como consecuencia de una batalla librada durante algunos años, la Kirk of Scotland ha hecho lo mismo en 1989. Estas decisiones, lejos de ser tan categóricas como las de la Iglesia romana, no parecen haber sido seguidas de efectos notorios; sin embargo, la francmasonería está en pérdida de velocidad en estos dos países. En Inglaterra, por tradición, los cuatro pilares del Establishment siempre han sido el Parlamento, la Corona, la Iglesia y la francmasonería; ahora bien esta última es capaz de reclutar cada vez menos y la edad media de sus miembros es cada vez es más elevada. Y mientras que todos los monarcas y príncipes reales desde la reina Victoria e incluyendo al rey Jorge VI, padre de la reina Isabel II, eran dignatarios masónicos, ni el actual duque de Edimburgo, ni el príncipe de Gales, ni los príncipes sus hijos no son masones. Signo inquietante, de un descrédito de las instituciones establecidas.


3. Con el Catolicismo, la situación es aparentemente muy clara. He enumerado al principio de mi exposición la veintena de condenas papales que ha golpeado la masonería; he citado el código de derecho canónigo y mencionado las interpretaciones diversas a las que ha dado lugar. Es patente –no me pronuncio sobre el fondo, limitándome a constatarlo- que numerosos católicos romanos se substraen en consciencia a estas prescripciones disciplinarias que juzgan infundadas, como por otra parte lo hacen en lo relativo al divorcio y la homosexualidad. Se dice, que bajo la influencia del nuevo Papa, en la Iglesia romana puede haber “movimientos”… Habrá que esperar. Sin dejar de tener en cuenta que los medios tradicionalistas se han movilizado poderosamente respecto a estos tres supuestos.

II) La francmasonería es un fenómeno múltiple. Simple en sus comienzos, se ha ido complicando a medida que se ampliaba.


He descrito anteriormente su naturaleza política original y mostrado que su evolución seguía la evolución política y económica de la sociedad en la que se inscribía. De modo que no volveré sobre ello. Por otra parte, para ser exhaustivo, sería preciso trazar esta evolución para cada uno de los países de Europa y América (del Norte y del Sur) en los que la francmasonería ha echado raíces. Ello es evidentemente imposible en el marco de la presente exposición.

En su lugar, me entregaré a un análisis tipológico que tendrá la ventaja, eso creo, de ser clarificador.


Existen cuatro tipos esenciales de francmasonería:

1. La francmasonería filosófica;

2. La francmasonería simbólica;


3. La francmasonería religiosa (o noaquita);

4. La francmasonería cristiana (o crística).

Todas ellas tiene un objetivo común: la mejora del hombre; pero las metodologías difieren de cabo a rabo. Es por lo que tengo costumbre de afirmar (al contrario de lo que he hecho hasta el presente por comodidad de exposición) que no hay UNA francmasonería sino VARIAS francmasonerías. Pasémosles revista.

1. La francmasonería que denomino “filosófica”, como está escrito en las constituciones del Gran Oriente de Francia, está representada esencialmente por esta Obediencia, a la vez la más antigua de Francia (fundada en 1773) y la más numerosa (alrededor de 50.000 miembros y 1.300 logias), al igual que por la Obediencia mixta dicha Orden Masónica Mixta Internacional del Derecho Humano (fundada en 1901, que reivindica 28.000 miembros en 60 países), y algunas otras menos conocidas que no nombraré ya que no estoy haciendo una recensión exhaustiva. Esta masonería se proclama “adogmática”; yo diría más bien atea en los dos sentidos del término: el sentido etimológico y técnico, “sin dios” (a-theos); pero también en sentido ofensivo ya que la gran mayoría de logias –no digo todas, pero sí muchas, y ello no es una condena, es una simple constatación- profesan un laicismo de combate, un anticlericalismo militante, que desde hace mucho tiempo ha tomado por objetivo el catolicismo, al que se ha añadido desde hace algunos años el islamismo. Para aquellos que comparten estas posiciones extremas, la “libertad de conciencia” proclamada va de la mano con lo que se llama “libre pensamiento” pero se acomoda muy mal con cualquier creencia religiosa.

Como ésta masonería rechaza toda trascendencia, la mejora del hombre que ella contempla pasa necesaria y únicamente por la mejora de las condiciones de vida políticas y sociales de dicho hombre en tanto que ciudadano. De donde un intervencionismo constante, unas veces discreto, otras ostensible (y también de los dos conjuntamente), en la vida pública. Ya he hablado de ello anteriormente.

En tanto que historiador, obligado a la objetividad, diré, que vistas las premisas de salida, este modo de acción me parece absolutamente lícito y legítimo.


Sin embargo, y aquí emitiré un punto de vista personal, me pregunto dónde, en este contexto, actúa la iniciación, que a mi modo de entender, eleva a una suerte de trascendencia. Queda la amistad fraternal, que es cultivada a porfía. Esto ¿es suficiente para un trabajo iniciático? Allá cada uno con la respuesta de acuerdo a sus convicciones.

Otra pregunta: ¿hay incompatibilidad con la religión, con las religiones? Responderé: sí y no. En principio no, si uno se atiene a la regla de la libertad de conciencia, a la que alegaba el padre Vesin antes mencionado. En los hechos, en contrapartida, ésta incompatibilidad es proclamada por la mayoría de miembros del Gran Oriente de Francia , inclusive entre aquellos pertenecientes a Logias rectificadas (es decir a la masonería cristiana o crística de la que hablaré más tarde, masonería que existe perfectamente en esta Obediencia) son tachados de ostracismo y frecuentemente calificados de “meapilas”, lo que prueba que esta libertad encuentra sus límites.


2. El segundo tipo de masonería es aquella calificada de “simbólica” ya que su principal componente, la Gran Logia de Francia (fundada en 1894, con unos 30.000 miembros y 800 logias), fue constituida a partir de un rito fundador, el Rito Escocés Antiguo y Aceptado que hace un abundante uso de los símbolos. Clasificaré en la misma categoría a la Gran Logia Femenina de Francia (fundada en 1959, con 14.000 miembros y 400 logias) a partir del mismo R.E.A.A. –incluso si en la actualidad son practicados otros ritos en su seno.

Para esta masonería, sí que existe una trascendencia, pero innombrada, no formulada. La invocación al Gran Arquitecto del Universo es de obligación, pero cada uno –oí esto de boca de un Gran Maestro de la Gran Logia de Francia, Jean Verdun- le confiere la consistencia que quiere: un Dios personal, un Principio superior impersonal, una Deidad, una “alma del mundo” (como los antiguos estoicos), una ley que rige el mundo, como la ley de la evolución, etc.
En este contexto, la iniciación tiene una acción supraindividual, que conduce a superar el ego hacia realidades superiores.

No obstante, el hombre completo, siendo también un ciudadano, no tiene que descuidar la acción en la sociedad, y los miembros de la Gran Logia de Francia entienden esa acción de igual modo que los del Gran Oriente de Francia y según los mismos métodos. Ejemplo emblemático: el doctor Pierre Simon (1925-2008), en diversas ocasiones Gran Maestro de la Gran Logia de Francia, fue pionero de la legalización de la contracepción (ley Neuwirth de 1967), de la interrupción voluntaria del embarazo (ley Veil de 1975), de la procreación médica asistida, del acompañamiento de los pacientes en el fin de su vida (movimiento pro “derecho a morir con dignidad”), pero también, y ello es a destacar, en tanto que Gran Maestro, artesano de un diálogo con la Iglesia católico romana.

En resumen, ¿dónde está la incompatibilidad innata con la religión, en particular, con la católica? En ninguna parte. Se podrían producir encontronazos con la Iglesia católica (pero no con las Iglesias protestantes), por ejemplo, a propósito de la contracepción o la fecundación in vitro, pero por razones que tienen a ver con consideraciones morales, y no por razones espirituales o de creencia.

3. Denomino al tercer tipo de masonería, masonería “religiosa”, calificativo que tomo prestado a mi llorado amigo Robert Amadou. ¿Por qué? Porque para esta masonería, el Gran Arquitecto del Universo es Dios, el Dios de las religiones reveladas judía y cristiana. Y ¿por qué “noaquita” Aquí una vez más me inspiro en Robert Amadou: porque el patriarca Noé fue el beneficiario, no solamente de la primera revelación divina, sino también de la primera alianza con el Eterno, como se relata en el libro del Génesis (capítulo 9, versículos del 11 al 17).

Acabo de citar la Biblia; ella ha de estar obligatoriamente presente en Logia. Se abre al principio de los trabajos y se cierra al final.


En este caso el acento se pone exclusivamente en el perfeccionamiento espiritual del hombre, y las discusiones de naturaleza política, social y religiosa, están estrictamente prohibidas, a fortiori las tomas de posición públicas. En este sentido, una manifestación como la de la fotografía aparecida en Le Figaro Magazine es del todo inconcebible.

Esta masonería, muy minoritaria en Francia (la Gran Logia Nacional Francesa que es su parangón, reagrupaba antes de su explosión unos 40.000 miembros) es prácticamente la única masonería existente en los países anglosajones. Está claro que no presenta ningún tipo de incompatibilidad con la religión judía (los judíos son por otra parte muy numerosos en ella) ni con las confesiones cristianas, y no solamente con las confesiones protestantes, con las que mantiene estrechos lazos, sino también con la católico romana, puesto que no encuentra ningún escollo que se lo impida y que los motivos religiosos invocados a su encuentro son a la vez obsoletos e inapropiados.

Es por otra parte en favor de ésta masonería, que el padre Riquet ha dirigido los combates que he descrito, y recuerdo haberlo escuchado, en el gran templo de la G.L.N.F. en tenida blanca cerrada , afirmar que si no hubiera sido jesuita, lo que hacía que no fuera “un hombre libre” (condición indispensable para ser recibido masón) al estar comprometido por unos votos, habría pedido su admisión en Francmasonería .



Añado –otro testimonio personal- que este perfeccionamiento personal en que trabajan estos masones creyentes tiene a menudo por efecto el profundizar y el crecimiento de su fe religiosa. He tenido múltiples pruebas de ello, por parte de cristianos, judíos e incluso musulmanes.


4. Finalmente, cuarto tipo de masonería (salido por otra parte del precedente): la masonería cristiana, o en rigor, crística, en el bien entendido que “cristica” no significa, contrariamente a un uso demasiado frecuente pero erróneo, de “sub-cristiana” o cristiano-minimalista, sino “que se relaciona con la persona de Cristo”. Esta masonería se inscribe en la línea del esoterismo cristiano, fenómeno espiritual de alta antigüedad. Este esoterismo cristiano ha tomado forma masónica en Suecia y a continuación en otros países escandinavos en la primera parte del siglo XVIII; y otra forma masónica diferente pero próxima a ésta en Francia, concomitante a la fundación del G.O.D.F. Bajo ésta última forma, esta masonería se denomina Régimen Escocés Rectificado. En Francia, es practicado principalmente por cinco Obediencias: el Gran Priorato de las Galias – Gran Logia Reunida y Rectificada de Francia, que es la más importante, el Gran Oriente de Francia (se trata de esos masones rectificados que ya he mencionado y que no siempre son bien vistos por sus hermanos), la Logia Nacional Francesa (a no confundir con la Gran Logia Nacional Francesa), la Gran Logia Tradicional y Simbólica-Opera y finalmente la Gran Logia Escocesa Reunida y Rectificada de Occitania. Se podrían citar otros microorganismos pero ya he prevenido antes que no sería exhaustivo. Este rito es elitista y no se esconde de ello, para poder ser miembro, hay que practicar la religión cristiana (sea cual sea la confesión) o experimentar un verdadero apego por la persona y las enseñanzas de Cristo.

Está claro que no hay en esta masonería ninguna incompatibilidad con la religión cristiana, hay por el contrario cooperación, reforzamiento recíproco y una obra espiritual y religiosa en común.

III.) Esoterismo y Exoterismo


Acabaré esta exposición factual que pienso haber hecho objetiva, por una serie de consideraciones personales, así pues subjetivas, que expresan lo que yo creo.

Por tal de oponer religión e iniciación, Iglesia y francmasonería, a menudo se ha recurrido a una distinción teorizada por un pensador y escritor de renombre en la materia, René Guénon, para el cual la definición de exoterismo, quedaría del ámbito de la religión y la fe, y esoterismo, quedaría del dominio de la iniciación y el conocimiento. Para aquellos a los que estos términos no les sean familiares, los traduciremos diciendo que se trata de lo externo y lo interno.


Desde hace largo tiempo, me sublevo por mi parte, no contra esta distinción, sino contra su aplicación a estos ámbitos precisos. Aceptaré que mi argumentación solo valga para la masonería que postula una trascendencia… Dicho esto como premisa, si la religión –y no hablo únicamente de la religión cristiana- es la búsqueda del Principio primero que es Dios, es decir el Dios de los filósofos, y con mayor razón del Dios viviente que judíos y cristianos tienen en común, ¿qué hay o puede haber de más interior, de más íntimo? Es este Dios, que como ha dicho Pascal, más íntimo a mí mismo que yo mismo. Es pues, esencial y absolutamente esotérico. Por otra parte, la iniciación, la iniciación masónica en particular, funciona por medio de ritos, que son formas y en consecuencia exotéricas. La frontera entre lo esotérico y lo exotérico no reside pues donde se la sitúa habitualmente. Además, pongo como principio que lo que es esotérico no es superior a lo que es exotérico, es simplemente otro.


¿Cuál es pues la verdadera diferencia? es una diferencia de naturaleza, así pues de función. El corazón de la Iglesia, su función central, es el sacramento, y muy particularmente ese sacramento de sacramentos que es la Eucaristía; el corazón de la francmasonería, su función central, es la iniciación. Por decir las cosas de otra manera, retomando la fórmula luminosa y fuerte de un obispo ortodoxo que conozco: la Iglesia es para hacer santos, la francmasonería es para hacer obras maestras.

Es decir, que las dos no deben, no pueden rivalizar entre ellas, sino que deben ponerse de acuerdo, completarse, cooperar, obrar conjuntamente a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo.



Arcipreste Jean-François Var

Nantes, el 2 de abril del 2014.



Traducción:

Ramón Martí Blanco

2 comentarios:

  1. Soporífero... Iros con la musica a otra parte, pringaos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Felón y cobarde uniformado. Tu desorbitado ego te delata (y el IP de la casa grande).

      Eliminar

El Blog "La Masonera en Murcia" NO se hace responsable de los comentarios aquí aportado por los usuarios, siendo ellos únicos responsables de las opiniones vertidas.A pesar de lo expuesto, nos reservado el derecho de eliminar los comentarios que consideremos contrarios a ley o que no se adapten al perfil que se desea en este espacio.

Si encuentra algún contenido erróneo o inadecuado comuníquelo mediante email :
lamasoneriaenmurcia@gmail.com